A juzgar del discurso presidencial, la educación ya no está en emergencia.Los alumnos que no aprenden lo esencial de la lectura y la aritmética en los colegios pueden seguir como están hasta diciembre, porque recién entonces se verá qué se hace en el año 2004.

¿Para qué declaró en emergencia la educación la primera ministra Beatriz Merino? ¿Por qué la emergencia en justicia o seguridad darán lugar a medidas inmediatas y la educación debe esperar hasta diciembre?

¿No hay nada que se pueda hacer ahora mismo para detener el deterioro terminal de la educación peruana?Resultó frustrante que el presidente Toledo dedicara apenas un minuto de su discurso a la emergencia educacional, en un párrafo inserto en la mitad del texto. Por lo demás, promulgar la conservadora, populista y desfinanciada Ley de Educación, para perpetuar el fracasado modelo educativo peruano, resulta incoherente con la urgencia de los cambios estructurales requeridos por nuestra educación.

¡Cuatro meses para preparar un plan de emergencia a aplicarse cuatro meses después! Hasta para declarar emergencias somos ineficientes. ¿Se necesitan ocho meses para convertir la lectura en la actividad central del quehacer escolar en todo el Perú?

¿Ocho meses para movilizar a los medios de comunicación masivos estatales para ponerlos al servicio de esta tarea? ¿Ocho meses para trazar lineamientos de trabajo simples y concretos que orienten el trabajo de los maestros, en tanto se implementan las normas y medidas de mayor envergadura?

Si el Gobierno no dispone de personas que puedan hacerse cargo de una emergencia de inmediato, entonces hubiera sido preferible que no la declare hasta estar bien convencido.Tenemos que tomar conciencia de nuestra realidad contundente: el Perú nunca podrá invertir en su educación tanto como los países desarrollados; nunca podremos lograr los resultados que ellos logran con los modelos que ellos usan.

Los argumentos que explican nuestras limitaciones socioeconómicas y culturales no resolverán nuestros déficit educacionales, porque el pueblo peruano seguirá siendo pobre y estará en desventaja económica frente a los países desarrollados, por lo menos mientras nosotros vivamos. Pese a todo, nuestros jóvenes tienen que alcanzar el nivel educativo exigido por la modernidad y la globalización.Por lo tanto, nuestro paradigma de superación debe ser el de los deportistas de Kenya que, pese a su pobreza y no contar con zapatillas marcas Adidas o Nike, se convierten en los campeones mundiales de las carreras de fondo. O el de los futbolistas de Brasil, que pese a su humilde extracción social son pentacampeones mundiales y vencen a los europeos.

Tenemos que ser el Woody Allen, el Picasso o el Almodóvar de la educación. Ser aquellos que hacen lo que nadie hace y sin embargo hacerlo bien. Para eso se necesita rapidez, estímulo a la creatividad, reflejos, experimentar nuevas estructuras y paradigmas, probar planes pilotos, hacer brotar por todo el Perú nuevas experiencias, rescatar las exitosas para multiplicarlas y, sobre todo, no temer a la creatividad inusitada.

Para hacerlo hay que congregar a las mentes más visionarias del Perú de todas las disciplinas, gente que ha tenido éxito en su campo, académicos, profesionales y empresarios emprendedores reconocidos por su lucidez y audacia para decirles: Señores, en nombre del Perú, tienen ustedes una semana para hacer una propuesta que en diez años nos coloque a la vanguardia de la región. El Gobierno les dará el respaldo político y económico para lograrlo.

Así sacaremos al enfermo de la sala de cuidados intensivos con una opción de tener calidad de vida, y no simplemente una agonía controlada hasta el próximo infarto.Seamos ambiciosos, apostemos a ganador, soñemos con nuestra independencia educativa y regalemos a los peruanos el mejor esfuerzo que sus líderes puedan ofrecerles. ¿Qué podemos perder?