La investigación educacional existente no evidencia de manera sólida de que la instalación de computadoras en los colegios mejorará el dominio de matemáticas o lenguaje

En el discurso presidencial del 28 de julio el presidente Toledo volvió a mencionar el programa Huascarán como uno de los pilares de sus propuestas educativas, alimentando la expectativa depositada por la población en la capacidad transformadora de la educación gracias a las computadoras. Este Huascarán lo llevó a visitar unos días antes a Bill Gates en Seattle, EE.UU. quien lo recibió por unos minutos y retribuyó donando medio millón de dólares con la condición de que se usaran los productos y capacitaciones oficiales de Microsoft para dicho proyecto. Dicho sea de paso, otra vez observamos una de esas acciones poco comprensibles: en lugar de viajar con el nuevo ministro Gerardo Ayzanoa y su equipo del Huascarán para dejar establecidos los vínculos para el trabajo futuro, el presidente Toledo viajó acompañado de Nicolás Lynch y Sandro Marcone, que ya eran ex ministro y ex director ejecutivo del Huascarán.
Más allá de estos detalles que sin duda obligarán a rearmar el equipo y la aún muy débil propuesta, llamó la atención que el presidente Toledo hablara del Plan Huascarán como si este fuera un producto perfectamente definido, conocido y de comprobada capacidad de tener éxito, lo que no es cierto. Poco se sabe de cómo se introducirán exitosamente las Tecnologías de la Información y la Comunicación en el proceso pedagógico, ni cómo ello permitirá la capacitación de los profesores y el mejoramiento de los aprendizajes de los alumnos. De toda la investigación educacional existente no emerge ninguna evidencia sólida de que la instalación de computadoras en los colegios mejorará el dominio de matemáticas o lenguaje de los alumnos, que a la luz del diagnóstico presentado por Lynch son sus carencias fundamentales para ingresar con buen pie al siglo XXI. Tampoco hay evidencia de que se pueda capacitar maestros vía Internet, en países como el Perú donde no hay una tradición de autoaprendizaje a distancia.
Entonces, ¿para qué puede servir este Huascarán? Principalmente para proveer el acceso directo de los profesores y alumnos al lenguaje y las herramientas de la informática y la comunicación del mundo globalizado. Los niños y jóvenes que acceden a las computadoras dan un salto enorme hacia la modernidad y muchos de ellos son capaces de dominar esa herramienta por sus propios medios, sin apoyo docente alguno, como se ha evidenciado en los hogares y en las miles de cabinas públicas que hay en el Perú.
Siendo así, ¿qué sentido tiene el actual programa Huascarán que argumentando el potencial pedagógico de la educación a través de Internet, dotará a solo 1.000 colegios al año del acceso a las computadoras, dejando a los 49 mil colegios restantes en la edad de piedra? Tendría mucho más sentido dejar de lado la mayor parte de los gastos que ocasionará la discutidísima propuesta pedagógica, que puede irse ensayando en algunos proyectos pilotos hasta validarse y mostrar en qué puede ser útil, y en cambio usar los 250 millones de dólares presupuestados para dar acceso inmediato a Internet a los 300 mil profesores y 8 millones de alumnos de los 50 mil colegios peruanos. En otras palabras, denles a los alumnos el acceso a las computadoras y a Internet y ellos mismos se ocuparán de su aprendizaje.
Alguna vez Sandro Marcone dijo que el Huascarán era el programa más ambicioso de América Latina porque en cinco años llegaría a dotar de todos los beneficios de las TIC al 10% de los colegios a nivel nacional. Eso no alcanza. Pienso que en nuestro contexto de pobreza y escasez, si queremos catapultar la educación peruana de inmediato debemos aspirar a llegar rápidamente al menos al 90% de los profesores y alumnos, invirtiendo los escasos recursos en aquello que tenga garantías de éxito.