A mediados del 2007 el gobierno anunció la firma de un convenio con el programa «One Laptop per Child» (Una computadora para un niño) del Media Lab del MIT, para dotar gratuitamente de computadoras portátiles a estudiantes de educación básica rural de escuelas unidocentes a partir del 2008. Originalmente estas computadoras iban a costar 100 dólares por niño y las iban a comprar los gobiernos para obsequiarlas a los alumnos más pobres, a razón de un millón por país, pero con el tiempo esa cuota se habría ido rebajando a 250,000 y el costo subió a 189 dólares. Son computadoras livianas y pequeñas, diseñadas para establecer conexiones inalámbricas a internet, usar electricidad ó batería. Usarán software libre y se fabricarían en China. Está conceptualizada bajo el enfoque del aprendizaje construccionista de Seymour Papert que sostiene que hay que “aprender haciendo”. La idea es que el estudiante sea dueño de la computadora, la lleve consigo a su casa, acceda a internet, escuche música, juegue, lea, etc.

Los países a los que se las ofertó para que adquieran un millón cada uno, son los más grandes del mundo. Brasil (portugués) y Argentina (castellano) en Sudamérica. Egipto (nación árabe más poblada) y Nigeria (tiene la mayor población negra) en África. Junto a ellos India, China y Tailandia país con el que el MIT ya tiene experiencias previas. El primer lote de 44,000 se repartirá este año 2008. Hasta allí, todo está claro. Hay algunos reparos a los aspectos técnicos y económicos de esta adquisición por parte de especialistas en informática aplicada a educación, pero no será ese el tema de este artículo. La pregunta desde las políticas educativas es más bien ¿cómo se asegurará que esta adquisición sea la más costo efectiva para los niños de las escuelas rurales?

El mes pasado reseñé el artículo “A lesson in computer literacy from India’s Poorest Kids” publicado el 2 /3/200 en el Business Week Online, que alude al físico Sugata Mitra del Indian Institute of Technology. El detectó ya en 1999 una extraordinaria capacidad de los niños, incluso los más pobres y carentes de educación, para aprender rápidamente los fundamentos de la alfabetización computacional y la navegación en Internet con escasísima intervención adulta, aprovechando la natural curiosidad de los niños para aprender las cosas por sí solos (“el agujero en la pared”). Relata la oportunidad en que Mitra fue a una secundaria y pidió a 4 jóvenes que contesten cinco preguntas sobre un tema totalmente desconocido para ellos: la viscosidad. Les dio una computadora y les pidió que se tomen el tiempo para contestar. Al cabo de 2 horas habían encontrado todas las respuestas. (Aunque eso no necesariamente quiere decir que tenían una noción física sobre lo que es la viscosidad).

En otra vereda de estos hallazgos están los de Larry Cuban (Universidad de Stanford) quien monitoreó las escuelas del Silicon Valley de California. (“Oversold and Underused: computers in the classroom”, Larry Cuban, 2002). Encontró que si bien casi todos los alumnos ya sabían usar las computadoras, no encontró que eso haya contribuido a revolucionar la pedagogía ni ganar eficiencia en la enseñanza y aprendizaje en las aulas norteamericanas. No se habían registrado avances en la última década en las habilidades de los alumnos medidas con pruebas estandarizadas. Su conclusión era que las computadoras habían sido sobrevendidas por sus promotores y subutilizadas por los profesores y alumnos.

Sin duda es importante que todo alumno aprenda a usar una computadora porque eso lo conecta de inmediato con las tecnologías de la comunicación del siglo XXI, pero hay que preguntarse si eso por sí solo mejorará el aprendizaje de las habilidades instrumentales fundamentales para la alfabetización como son la comunicación, las matemáticas y las ciencias básicas, para lo cual la gran máquina docente y tutorial siguen siendo los profesores de carne y hueso. Si las computadoras lograran el efecto mágico del aprendizaje escolar en los niños, hace tiempo que los norteamericanos estarían largamente punteros en cuanta prueba de desempeño se aplicara a sus alumnos, cosa que no ocurre ni remotamente.

La pregunta que deberíamos hacernos los peruanos en términos de nuestro costo beneficio educativo, es si el mismo dinero utilizado en adquirir computadoras personales no se podría utilizar mejor para mejorar la educación con estrategias como reducir el tamaño de las clases, mejorar las condiciones de vida de los profesores, renovar los deteriorados edificios escolares, extender la jornada escolar a día completo, hacer mejores materiales didácticos, mejorar el aprendizaje del inglés o brindar más apoyo psicológico y remedial a los alumnos que lo requirieran, al estilo finlandés.
Ojalá pudieran hacerse ambas cosas. Pero en tanto no sea posible, hay que profundizar el estudio del impacto pedagógico versus el análisis costo beneficio de la compra masiva de laptops para escolares, antes de desembolsar cientos de millones de soles en esta estrategia.