Cada año 300 mil jóvenes inician su último año de estudios de secundaria, después del cual tendrán que enfrentar una de tres opciones: el mercado laboral, los estudios superiores o un tiempo de para o paseo. La mayoría prefiere ensayar la opción de los estudios superiores para lo cual eligen una carrera y un centro de estudios superiores. Esta elección no es simple y suele constituir un gran problema para miles de jóvenes. ¿Cómo acompañarlos en esta toma de decisiones? Sobre ese tema conversaremos con el especialista León Trahtemberg en la entrevista didáctica mensual que le concede a Tiempos del Mundo.

T de M: ¿Porqué es tan difícil para los jóvenes escoger una carrera profesional para estudiar?

La elección vocacional es una de las más difíciles que suelen hacer los jóvenes en sus cortas vidas, porque para muchos es la primera vez que tienen que tomar una decisión que tiene implicancias para el largo plazo.
Ya no se trata de planificar el día, la semana, ni siquiera el bimestre. Se trata de planificar los próximos 50 años de su vida útil. Además, tienen que hacerlo a una edad en la que usualmente están aún inmaduros y confundidos, como lo es los 16–17 años. Mientras que en EE.UU. y Europa los estudiantes inician su vida universitaria a los 19 o 20 años, y en Israel y otros países lo hacen hacia los 21 o 22 años después de cumplir el servicio militar o de haber viajado o trabajado un tiempo, en el Perú a esa edad ya tienen una carrera completa a cuestas.

T de M: ¿Qué pasa con los padres mientras tanto?

Lo usual es que los padres adopten una actitud entre dos extremos. Uno, el de la indiferencia distante: «haz lo que quieras», que es una manera de decirle a su hijo o hija “no me importa lo que hagas”. El otro, el de la imposición: «tú debes estudiar X en la universidad Y» que es otra manera de decirle “no me importa lo que pienses o sientas”. Ambas son nocivas. La primera porque la indiferencia nunca será sentida como una expresión de apoyo, sino más bien como un abandono. La segunda porque con la imposición externa solo se garantiza que en el futuro todos los fracasos laborales y vocacionales del joven serán atribuidos a sus padres, porque fueron ellos los que lo obligaron a elegir cierta carrera.

T de M:¿Cuál sería el abordaje ideal?

Como siempre, el punto medio. Por un lado hacerle saber al hijo o hija del interés que tienen sus padres para acompañarlos en este proceso de elegir sus opciones futuras, dándoles la información, contactos y el apoyo que pudiera estar a su alcance, pero a su vez expresarles con toda claridad que serán ellos los que tendrán que tomar sus decisiones porque serán ellos los principales afectados por las consecuencias de sus decisiones. Junto con ello, es importante relativizar el drama vocacional. Estudios empíricos de largo plazo hecho con egresados de algunos colegios 10 o más años después de su primera elección vocacional en 5to año de secundaria, muestran que más son los jóvenes que se «equivocaron» en su elección inicial que aquellos que la «acertaron”, sin contar la enorme cantidad de estudiantes que abandonaron los estudios porque no se ubicaron en la vida universitaria. Por lo demás ¿quién les puede garantizar a los jóvenes que aún habiendo elegido bien su carrera y habiéndola estudiado con mucha dedicación, encontrarán luego trabajo? Quizá tengan que aceptar trabajar en otras actividades? No tiene sentido ponerle tanto peso en la elección de 5to de secundaria.

T de M:¿Qué otras limitantes hay?

Hay muchas más. Además de la edad y la desinformación que hace que muchos jóvenes elijan entre opciones profesionales que nunca han conocido más allá del nombre, tienen que superar varios mitos. Por ejemplo, creer que hay una relación directa entre el éxito en los cursos escolares como matemáticas o historia y las carreras futuras, o elegir profesiones por su prestigio más que por la vocación, o elegir primero la universidad deseada, por razones sociales, y solo luego la carrera a estudiar. Por otro lado hay quienes escogen en función de la facilidad del sistema de ingresos, o a partir de una evaluación intuitiva de las opciones laborales futuras, sin saber si se va a quedar a vivir en el Perú o no en cuyo caso esa evaluación resulta inútil. Todo eso es muy superficial.

T de M: ¿Entonces, para qué sirve esta elección?

Esta elección debe ser entendida como una exploración vocacional inicial, un esfuerzo del joven y sus familiares por aproximarse a una elección de carreras y universidades, pero siendo conscientes que hay un margen de inseguridad y relatividad absolutamente normal que debe ser respetado, y que no se puede pasar por alto. Si bien para muchos jóvenes y padres es más cómodo elegir una opción de una vez, lo más rápidamente posible, para luego aferrarse rígidamente a ella, eso no quiere decir que esa haya sido la mejor opción. Es preferible tener presentes siempre dos o tres opciones, y tener las antenas abiertas a escuchar sobre las diversas especialidades que existen en el mundo profesional.

T de M:Reconociendo la relatividad de esa elección, ¿habrá de todos modos alguna forma de ayudar a los jóvenes?

Si por supuesto. La combinación de información, visitas a las universidades, entrevistas de orientación vocacional a los jóvenes con sus padres, algunas pruebas de intereses referenciales, entre otros, conforman una constelación de elementos que todos en conjunto aportan a la clarificación vocacional.
Sin embargo, siempre hay que tener presente que la inseguridad es normal y los intereses vocacionales son múltiples, que se pueden superponer y variar en el tiempo, conforme madura la persona o gana experiencia en diversas actividades. Para muchos la edad ideal para definir el futuro es alrededor de los 30 años. Recién a esa edad muchas personas saben realmente lo que quieren y se sienten listos para consolidar su vida familiar y vida ocupacional. Sin embargo, el sistema universitario peruano obliga a elegir a los 16-18 años. Por lo tanto la elección de la universidad y carrera es solo el inicio de una exploración, que puede evolucionar en el tiempo.
También hay que tomar en cuenta que el mercado ocupacional no garantiza a los profesionales el empleo en lo que estudiaron. Para muchos por lo tanto es muy ventajoso tener 2 o 3 especialidades para tener una mayor opción de empleo. Cultivarlas todas ellas puede ser una ventaja.
Por lo tanto diferir una elección vocacional o cambiar de carrera en algún momento, lejos de ser una pérdida, puede ser una ganancia, porque de todo se aprende y especialmente porque si uno se ve forzado a terminar una carrera que no lo motiva, solo lo llevará a sentirse frustrado en la actividad profesional.
Un buen orientador nunca será tajante en sus conclusiones; siempre ofrecerá un abanico de posibilidades explicando las ventajas y desventajas para el joven de elegir una u otra opción, reconociendo la posibilidad de que varias alternativas puedan ser apropiadas.