Después de escuchar las declaraciones de tantos ex jefes de instituciones militares, policiales y de inteligencia, recién he logrado entender lo que más de un historiador ha escrito sobre las razones de la derrota peruana frente a los chilenos y el sistemático cercenamiento territorial sufrido por el Perú desde su independencia. Los niveles de corrupción, ineficiencia, ignorancia o encubrimiento en tantos altos oficiales y funcionarios civiles son alarmantes. Escuchar a quienes habían jurado por su honor ante Bolognesi, Grau y Quiñónez decir que no sabían lo que pasaba delante de sus narices es indignante. Enterarse por boca de quienes dicen cuidar nuestras fronteras cómo pueden entrar o salir del Perú fácilmente los personajes más buscados del país, resulta escalofriante. Ahora resulta muy claro porqué los terroristas, contrabandistas y narcotraficantes podían operar con tanta facilidad. ¿A quién le podrían ganar una guerra esos oficiales generales? Quizá de haber tenido jefaturas más profesionales y de mejores condiciones éticas, el precio humano, económico y territorial pagado por el Perú por culpa de esos flagelos y enemigos externos hubiera sido mucho menor. Menos mal que ha habido y hay muchos hombres y mujeres valerosos en las FF.AA. y policiales, posiblemente la mayoría, que constituyen una importante reserva moral para garantizar la renovación ética y profesional de estas instituciones, del mismo modo que los hay en el poder judicial, la fiscalía, el Congreso, y en todos los estratos del Perú. Pero no podemos negar que el prestigio y la imagen pública de las instituciones las marcan sus líderes. Y en esto los nuevos responsables de los institutos armados y policiales tienen la enorme responsabilidad de darle la confianza a los peruanos de que ahora sí estamos en buenas manos.
Los Ministerios de Defensa y del Interior, junto con los altos mandos militares deberían trazarse estrategias de depuración ética de sus instituciones, de elección eficaz de sus grupos de elite y sobre todo de comunicación con la sociedad civil para crear una nueva imagen de las Fuerzas Armadas y Policiales. Borrar las manchas negras demanda mucho mas esfuerzo que acumular sucesivos éxitos. El reto esta en responder la pregunta «Cómo Prestigiar las Fuerzas Armadas y Policiales». Creo que en la búsqueda de la respuesta deberían participar tanto militares activos y retirados como personalidades de la sociedad civil, porque es una tarea que nos compete y conviene a todos.

SUGERENCIAS

1). No veo ninguna posibilidad de reivindicación y cambio de imágenes si no se detecta y sanciona a los trasgresores, corruptos y cobardes. No se pueden construir una mística ganadora en instituciones en las que existan personas que crean en el paradigma del «sálvese quien pueda», ó «usemos la institución para beneficio personal», ó «los errores no se pagan, se esconden». Las comisiones de la verdad tienen el objetivo de limpiar manchas, y no ocultarlas o perdonarlas a ciegas. No se puede mirar hacia delante con la frente en alto cuando da vergüenza mirar hacia atrás.
2). Sería esencial establecer una convivencia y comunicación fluida entre civiles y militares en todo orden de cosas: colegios, hospitales, escuelas superiores, universidades, actividades profesionales, etc. rompiendo ese «apartheid» que separa a los militares de los civiles. Todos debemos sentir que cultivamos los mismos valores, nos sometemos a la misma constitución y tenemos la misma responsabilidad de defender la soberanía e integridad nacional, en todo orden de cosas. Los libros escolares de historia deberían ser reescritos para dar cabida simultanea a los héroes civiles y militares, rompiendo ese monopolio de heroicidad que tenían los militares. Los desfiles escolares (de estilo militar) en fiestas patrias deberían cambiarse por pasacalles, verbenas o celebraciones civiles. Los militares deberían tener el mismo derecho de voto que los civiles.
3). Así como los militares deben conocer mejor la vida civil, la inversa también es conveniente. Quizá se debería dar la oportunidad a los jóvenes del Perú que lo deseen, de conocer las instituciones militares y policiales desde adentro, desde pequeños, a través de campamentos pre militares (asociados a bases militares), a cargo de oficiales especialmente entrenados para atender a estos jóvenes, a los que podrían asistir por dos semanas alumnos de 16 años que voluntariamente lo deseen. De este modo los jóvenes podrían conocer la vida militar, simular la rutina del entrenamiento militar, recibir la información sobre sus propias posibilidades de hacer una carrera militar y cultivar vínculos con los militares que pueden ser muy útiles para incrementar la comunicación y comprensión mutua que tanta falta hace.