En el reciente mensaje a la nación del Presidente de la República Dr. Valentín Paniagua (29/12/2000) hubo una importante omisión. Se dirigió a los trabajadores, empresarios, maestros, políticos, medios de comunicación, juventud, ciudadanos en general, pero no le dirigió un mensaje a los niños del Perú que constituye la generación a la cual los adultos queremos legarles un Perú mejor.
Esta omisión habitual de todos los gobernantes peruanos constituye un error que podría ser corregido precisamente por un presidente que ha demostrado una alta sensibilidad patriótica y muchos deseos de inaugurar una nueva forma de gobernar. Los niños constituyen un tercio de la población peruana pero tienen su propio lenguaje, necesidades, fantasías, temores e ilusiones, por lo que no se puede asumir que quedan aludidos en los mensajes que los gobernantes dirigen al público adulto. Si bien son menores de edad, padecen igual que los mayores la crisis ética, política, económica y familiar. Al igual que muchos adultos, sus mentes se nutren básicamente de la información fraccionada que recogen de los medios de comunicación o los chismes callejeros, pero sin contar con el soporte racional y emocional de los mayores que les pueda ayudar a tolerar la incertidumbre, la confusión de valores y la indignación.
En estos momentos de crisis los niños necesitan la presencia del padre de la patria que los oriente, que los acoja, que los tranquilice, que les explique porqué hay tanta conmoción en el Perú y porqué a pesar de la decepción que producen los hallazgos sobre la falta de calidades éticas de quienes nos gobernaron prácticamente desde que ellos nacieron, hay que seguir luchando por construir los valores que nos demanda la constitución y la moral.

DESAMPARO

Los sicólogos enseñan que cuando a un niño no le explican las cosas que lo angustian en un lenguaje comprensible para él, se inventa su propia explicación. Es el caso típico de los hijos de parejas que se pelean: si los padres no los tranquilizan y explican sus dificultades como pareja, los niños tienden a sentir que ellos tienen la culpa de los pleitos; o el caso del hijo adoptado al que no se le informa de su condición, quien al enterarse desarrolla una crisis de identidad e inseguridad que difícilmente superará por el resto de su vida. Claro que una parte de esta comunicación tranquilizadora corresponde a los padres y maestros. Pero eso no basta para modelar la conciencia cívica de estos futuros ciudadanos. También necesitan escuchar la voz de los «educadores políticos» que son los gobernantes y congresistas, que les puedan decir que no todos los políticos y funcionarios gubernamentales son corruptos, que no todos los integrantes de las fuerzas del orden persiguen malévolamente a los peruanos, que no es cierto que el dinero y el poder son los valores supremos del hombre, y que hay mucha gente honorable y responsable en el Perú que quiere a los niños y está dispuesta a procurar su bienestar. Pero hay que conversar con ellos, escucharlos, contenerlos, orientarlos, para que no caigan en la simplificación perversa de creer que todas las autoridades son malas y que lo más conveniente es que cada uno vele egoístamente por sus intereses, sin importar los medios.
En muchos relatos bíblicos, fábulas, comics y cuentos que leen los niños se describe a gente muy poderosa que somete y aplasta a los demás, hasta que aparece un «superhéroe» que vence al malvado y permite el triunfo del bien. Son textos cuya enseñanza principal es que los pueblos merecen salvarse en la medida que haya un mínimo de personas justas y correctas que con su conducta y liderazgo ético son capaces de contrarrestar a todos los corruptos. Nos enseña que aún si muchos líderes y autoridades equivocan el camino, a sabiendas o por ignorancia, siempre es posible salir adelante si la gente más honesta y justa sale al frente a denunciar y liderar con su ejemplo, y le da así una esperanza a quienes la necesitan.

REFLEXIÓN

Presidente Paniagua: los niños del Perú necesitan una esperanza; necesitan que al lado de un presidente malo aparezca uno bueno; que al lado de un político o militar corrupto aparezca uno honesto; que al lado de los egoístas aparezca gente generosa. Por eso le pido: ¡háblele a los niños!. Tómelos en cuenta. Explíqueles lo que pasa. Deles seguridad. Pídales paciencia y deles confianza de que pasadas las turbulencias del corto plazo vendrán tiempos mejores. Inspírelos para que empiecen a creer en el Perú y sus gobernantes.