Sinesio Lopez se ha visto obligado a apelar al ingenio para llevar a cabo una desesperada colecta que recaudando un sol por persona debiera llegar a los 10 millones, que es lo que demanda la construcción de la nueva sede de la Biblioteca Nacional y que el Gobierno y el Congreso no han querido asignarle en el presupuesto. Como era de esperarse, no ha llegado ni al 5% de lo previsto; apenas unos 500.000 soles. Después de todo, la indiferencia de las autoridades es el referente para la actitud de toda la población. Quizá en este contexto sí quepa preguntarse cuánto se avanzaría en la construcción de la Biblioteca Nacional con los ahorros que podrían generarse en algunos de los viajes presidenciales y ministeriales. Qué lindo gesto sería el que nuestro presidente dijera «voy a sacrificar la comodidad del viaje en el avión presidencial y las delegaciones nutridas, y con ese ahorro ampliaremos el presupuesto de la Biblioteca Nacional».

Es importante reparar que no es casualidad que este mismo año se haya querido reponer los impuestos a la cultura, se haya aprobado una mediatizada ley del libro después de interminables revisiones y observaciones, y se exponga al director de la biblioteca a salir a mendigar un sol por persona para poderla construir y equipar. Alfredo Bryce, entre varios otros literatos y artistas destacados, en su momento, atacó duramente al ministro de Economía y a sus economistas por el intento del MEF de reponer el impuesto a la cultura, lo que obligó a Beatriz Merino a anular dicha iniciativa. La queja general era que muchos economistas instalados en los ministerios, Sunat y el Congreso han sido formados para pensar solamente en términos numéricos, olvidando el valor del texto, que es uno de los espejos del alma (junto con la pintura, la música, y otras expresiones del arte que también a veces los encumbrados economistas desconocen u olvidan).

¿Qué significa para un país no tener una Biblioteca Nacional moderna y funcional latiendo con su actividad diaria al servicio de la comunidad? Entre otras cosas, que se niega expresamente el derecho de los peruanos sin recursos a la cultura e información a la que acceden los peruanos que tienen recursos para llegar a ellos por medios privados. Significa también que a los gobernantes no les importa la cultura del texto. Cuando los diseñadores del presupuesto sostienen que «no alcanza la plata» para la Biblioteca Nacional, lo que están diciendo es que los 10 mil millones de dólares del presupuesto nacional tienen otras prioridades que dejan fuera de la lista a la Biblioteca Nacional.

Pero aun en ese caso, la creatividad y audacia para buscar opciones alternativas brilla por su ausencia. Por ejemplo: ¿Por qué no vender el local de la GUE Alfonso Ugarte, reubicando a los alumnos y profesores en otros colegios, habida cuenta de que la gran mayoría de ellos no vive en San Isidro? Con el enorme importe de la venta de ese local ubicado en una zona muy costosa de San Isidro se puede construir y equipar la Biblioteca Nacional y varias otras bibliotecas por todo el país. Sería un canje de educación por educación.

Seguramente habrá muchas otras alternativas, que podrían ser sugeridas por equipos hábiles como los de la Sunat, que a cada rato inventan fórmulas para recaudar más. La pregunta es: ¿Existe el interés de encontrarle solución al problema? Curiosamente, este es uno de los temas respecto al cual no se ha escuchado hablar a los políticos más connotados, tanto del Gobierno como de la oposición. ¿Será, como dijo Bryce, que buena parte de la clase política no lee libros? El hecho es que la Biblioteca Nacional está desamparada.