En el New York Times del 13/1/2002 Leslie Berger pasa revista a un nuevo reto para la educación superior en EE.UU. Se trata de la atención a la creciente cantidad de jóvenes que asisten al college (bachillerato universitario) cuya salud mental está afectada, expresada en forma de ansiedad, angustia, aislamiento y depresión. Muchos no pueden concentrarse, levantarse de la cama o cumplir bien sus obligaciones. Se sienten en un mundo muy inseguro. Este problema ha llegado a tales magnitudes que las principales universidades de EE.UU. han abierto consultorios y partidas presupuestales para la atención de la salud mental de sus estudiantes.

Sólo en la Universidad de Columbia se habla de 2,600 estudiantes que buscaron consultas este año, lo que significa un aumento de 40% desde el año académico 1994/5. En la Universidad Estatal de Nueva York el incremento es de 48% respecto a los últimos tres años. Los datos del MIT entre 1995 y 2000 muestran un aumento de 50% de los requerimientos de consultas por salud mental y un aumento de 69% en el número de estudiantes que requirieron hospitalizaciones psiquiátricas.

A nivel del país, según las estadísticas de la “International Association of Counseling Services” el aumento promedio de la demanda por atenciones en salud mental esta entre 17% y 22% respecto a 1995. Este año, alarmados por las llamativas estadísticas sobre suicidios estudiantiles, el MIT y la Universidad de Michigan empezaron proyectos de investigación con miras a establecer un mejor servicio de atención de la salud mental de los alumnos.

Esta avalancha de demandas de consultas psicológicas no puede explicarse solamente por la caída del prejuicio antiterapéutico de los tiempos pasados. Hay que incluir una serie de fuerzas culturales que han aumentado la ansiedad y la depresión estudiantil.

Por un lado están los jóvenes que sienten la enorme presión de las expectativas colocadas en ellos por sus padres, ya sea que sean prósperos y exitosos profesionales que esperan ser imitados, o que conviertan al hijo o la hija en la esperanza para realizar los sueños familiares de éxito nunca obtenido.

Por otro lado está la temporalidad de las relaciones con compañeros y compañeras que cambian en cada semestre y en cada curso, lo que difícilmente ayuda a amenguar el sentimiento de soledad que tienen aquellos que viven lejos de su hogar.

Agreguemos a ello las tradicionales preocupaciones de dejar el hogar, adaptarse, establecer nuevas relaciones, rendir bien, encontrar la carrera adecuada, y las razones más recientes como los divorcios de los padres, las presiones sociales respecto a la elección del estilo de vida para evitar el alto costo de equivocarse, los alienantes efectos de la tecnología, el constante bombardeo de información, una inestable economía con creciente desempleo de familiares (con la desaparición de una gran cantidad de empleos con los que contaban para ocuparlos), y una creciente presión académica que les exige “matarse estudiando”.

No es que el college por sí mismo sea el causante de la depresión, sino que es en los años en que los jóvenes asisten al college que la depresión y otras enfermedades mentales empiezan a manifestarse. Esas presiones hacia el estudio que muchas veces le quitan tiempo al sueño y facilitan el abuso de sustancias, puede ser las disparadoras de la depresión en aquellos que son más vulnerables, que se calcula en alrededor del 15% de la población general.

Los factores culturales parecen haber producido una generación de jóvenes emocionalmente frágiles, centrados en sí mismos, que creen que cuando ocurren cosas malas es por culpa de otros.

Eso los convierte en seres indefensos, y precisamente cuando se sienten así es que se deprimen. También los movimientos en pro de fortalecer la autoestima son culpables, cuando son exagerados, porque causan que los niños se vuelvan dependientes de los constantes refuerzos externos.

El uso de antidepresivos y de Ritalin también pueden ser factores desencadenantes debido al gran número de estudiantes que asisten al college con historias psiquiátricas. Muchos de los que en el pasado no hubieran llegado al college, hoy si lo logran debido a la medicación, pero sus efectos se sienten en las estadísticas de desórdenes mentales, según informa Robert P. Gallagher, el autor de la encuesta anual “National Survey of Counseling Center Directors”.

El 85% de los encuestados reportan haber visto más estudiantes con problemas de aprendizaje, depresiones y desórdenes bipolares.
Una vez más concluyo reiterando que solo cuando se incorpore el cuidado de la salud mental de los niños a las responsabilidades educacionales de la escuela, se resolverán gran parte de los problemas emocionales que en las actuales circunstancias recién aparecen cuando se convierten en adolescentes y adultos.