En medio del optimismo por el avance de las vacunaciones y la gradual relajación de las restricciones, se pierden de vista los problemas no atendidos que se están haciendo evidentes en el ámbito educativo.

Al observar alumnos en situaciones de violencia, falta de motivación y hábitos para aprender, indisciplina, aburrimiento, ansiedad, depresión, etc. se hace evidente que algo no está resuelto.

La más simple y reiterada constatación es la de los vacíos acumulados de aprendizaje de los   alumnos que han tenido que pasarse dos años conectados online, más aún los infantiles y aquellos que tuvieron acceso fluido a Internet. Estos vacíos no solo han aumentado la fobia a las áreas que siguen arrastrando vacíos y con ello dificultades de aprendizaje, como matemáticas e idioma, sino también han dejado huellas similares en los universitarios, al decir de los catedráticos

Otro tema muy presente no resuelto es el del incremento de problemas de salud mental estudiantil. Por ejemplo, un estudio publicado tempranamente en la revista JAMA Pediatrics 2020 ya encontraba que la pandemia había aumentado los niveles de ansiedad y depresión en los escolares. Los duelos no resueltos, la falta de interacción social, la incertidumbre sobre el futuro y el cambio en las rutinas han afectado negativamente su bienestar mental.

Junto con lo anterior, un informe de la OECD 2020 sugiere que la pandemia ha acelerado la adopción de tecnologías educativas, como la enseñanza en línea y la inteligencia artificial. Sin embargo, al no estar capacitado los profesores ni diseñados los recursos escolares para ese enfoque, están usando herramientas siglo XXI con enfoques pedagógicos siglo XX, lo que aburre y desconcentra a los alumnos, no los motiva, ni les permite encontrar sentido a lo que se espera de ellos en los colegios.

La adaptación a la “normalidad” escolar tradicional sigue siendo un reto no resuelto luego de esos dos años de encierro y educación a distancia. Los estudiantes tienen dificultades para concentrarse en clase, interactuar con sus compañeros y seguir las rutinas diarias.

El pretexto común para mostrarse ciegos ante esta realidad y hacer de cuenta que nada de eso ocurre esperando “que se salve quien pueda” es que no hay tiempo ni premeditación para trabajar estos aspectos en el quehacer docente. El currículo, horarios escolares y exigencias a los docentes de los años prepandemia no ha cambiado en nada en la post pandemia, como si la pandemia y el encierro no hubieran ocurrido ni dejado huella.

Una vez más, no se piensa en los niños, se piensa en la comodidad del sistema, aunque en el camino queden regados quienes más sufrieron con la pandemia. El costo lo seguirán pagando ellos, y la sociedad en su conjunto, durante muchos años más.

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