Si tus hijos o estudiantes de 3ero a 5to de Secundaria muestran traumas emocionales o dificultades en su rendimiento académico o comportamiento social, es posible que para ellos no se hayan curado ni cicatrizado las fisuras académicas y las heridas emocionales causadas por el encierro durante la pandemia, cuando estuvieron en 5to., 6to. de primaria y 1ero. de secundaria.

Imagínense el primer amor a través de una pantalla, los amigos convertidos en píxeles, el deporte sin cancha, la imposibilidad de compartir las risas y los secretos de corredor con amigos y amigas, los recreos y juegos invisibles, o los necesarios abrazos que nunca se dieron con compañeros convertidos en fantasmas ….

Se le está pidiendo a una generación que jugó a imaginar un mundo al otro lado de la ventana que “al día siguiente” de finalizado el encierro de la pandemia piense y se comporte como si ésta obliga pausa a la vida habitual no hubiera existido

Por eso es que aún encontramos hoy estudiantes desconcertados, aturdidos, desbordados emocionalmente, con dificultades en los límites y falta de la estructura académica que les permita encarar con tranquilidad los desafíos presentes y futuros

Recordemos que la crisis sanitaria no solo impactó gravemente en la vida familiar y social durante sus momentos más críticos, y que durante el confinamiento, muchos de estos estudiantes se encontraron en una etapa clave para la maduración de sus competencias académicas. Esa transición abrupta hacia la educación virtual, junto con las limitaciones tecnológicas y la falta de interacción presencial, tuvo un impacto severo en matemáticas, sobre todo en conceptos claves de álgebra básica, geometría y análisis de datos; o en comprensión lectora y la producción escrita por la baja calidad de las interacciones en línea para interpretar textos complejos o estructurar ensayos y análisis escritos con coherencia.

Estos vacíos no desaparecen por arte de magia; necesitan un enfoque remedial específico para que los estudiantes puedan avanzar sin arrastrar dificultades del pasado.

Más allá de lo académico, los estudiantes que hoy están entre 3ero y 5to de secundaria también han experimentado una importante regresión en su desarrollo socioemocional. La adolescencia es una etapa crítica para aprender a gestionar emociones, construir relaciones sociales significativas y lidiar con los conflictos. Sin embargo, el confinamiento y la falta de interacción presencial les han privado de muchas de estas experiencias.

Hoy enfrentan dificultades para reintegrarse al entorno escolar, resolver problemas entre compañeros, y mostrar empatía y colaboración. En algunos casos, estas dificultades se expresan como conductas disruptivas o desafiantes, mientras que en otros se manifiestan como aislamiento y ansiedad social. Muchos adolescentes han cargado con el estrés de sus familias, las dificultades económicas o el duelo por la pérdida de seres queridos lo que ha  agudizado problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, que muchas veces pasan desapercibidos en el entorno escolar.

En adolescentes entre los 10 y 13 años es notable el crecimiento hormonal y la creciente conciencia sobre su identidad sexual y el rol de la sexualidad en sus vidas. La pandemia, con su aislamiento social y la interrupción de la rutina escolar, afectó el desarrollo normal de estas experiencias. El confinamiento y la virtualización de la vida escolar redujeron estas oportunidades de interacción con pares y la participación en actividades sociales que suelen brindar a los preadolescentes un contexto seguro para explorar su identidad, experimentar vínculos afectivos y adquirir habilidades sociales que los preparan para la vida adulta. Además, muchos preadolescentes pudieron haber tenido un acceso menos controlado a contenidos en línea, exponiéndose a material inadecuado o información distorsionada sobre la sexualidad.

El despertar sexual, en condiciones ideales, debería ir acompañado de un proceso de autoexploración saludable, donde los preadolescentes reciban orientación adecuada sobre el respeto a sus propios cuerpos, los límites, el consentimiento, y las dinámicas saludables en sus relaciones interpersonales. Sin embargo, el estrés generado por la pandemia, el aislamiento y el uso creciente de las redes sociales ha generado nuevas dinámicas en este proceso, donde las relaciones virtuales, la presión social y la falta de contacto físico han alterado las formas en que los preadolescentes perciben su sexualidad y su lugar en el mundo.

Para poder reparar este daño, es fundamental que la respuesta educativa se aleje de las expectativas tradicionales sobre lo que «ya deberían saber». Necesitamos un diagnóstico profundo de las carencias actuales de estos estudiantes, y programas de recuperación académica y socioemocional que se ajusten a sus necesidades particulares. No podemos pretender que las brechas que la pandemia dejó se cerrarán sin una intervención consciente y específica.

Recordemos que la educación no es solo una cuestión de seguir el currículo. Si no reparamos las heridas y fracturas que la pandemia dejó en estos adolescentes, corremos el riesgo de que esas grietas se conviertan en traumas no resueltos, limitaciones y barreras insalvables en su futuro.

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