Da la impresión de que este Gobierno no podrá hacer nada significativo para revertir el declive de la educación peruana que ya lleva 40 años. La precariedad del sector es total. Beatriz Merino anunció el 18 de julio la emergencia de la educación y el presidente Toledo prometió el 28 de julio que antes del 1 de diciembre tendríamos un plan para atender la emergencia. La verdadera emergencia está en este inaudito entendimiento de lo que es una emergencia. No quisiera imaginar cuánta vida le quedaría a un paciente con un infarto si cayese en manos de médicos que actuaran al ritmo de los funcionarios del sector Educación. Pero aun en la hipótesis de que alguien en el Gobierno quisiera hacer algo serio por la educación en los años que le quedan, no podría hacerlo. Es notoria la fragilidad de la alianza de gobierno, por lo que les resultaría imposible conseguir el respaldo político para enfrentar los intereses creados en la educación, especialmente si se tiene que pedir facultades legislativas para hacer una nueva ley del magisterio o proponer modernas formas de gestión y financiamiento de la educación. En las condiciones políticas actuales y previsibles, no conseguiría ni siquiera el apoyo de la propia bancada oficialista. Por su parte, el Acuerdo Nacional está congelado y ha demostrado que no le interesa poner en su agenda la educación.

¿Qué hacer entonces? Sugiero promover un miniacuerdo político por la educación para el 2006. Gane quien gane en el 2006, jamás podrá emprender una reforma educativa por sí solo, porque es muy fácil para la oposición atacar cualquier intento de cambiar el ‘stato quo’ educativo con argumentos demagógicos y populistas. Hay que hacerlo con un sólido pacto previo.

Datos consistentes de las encuestas muestran que Alan García, Valentín Paniagua y Lourdes Flores estarán en el bolo final, y si continúan las tendencias crecientes también veremos a Castañeda Lossio y Yehude Simon entre otros líderes emergentes. Es probable que juntos tendrán más de 60 congresistas en el 2006 y también que algunos de ellos lleguen a gobernar y cogobernar en una alianza.

¿Si es así, por qué esperar hasta el 2006? ¿Por qué no empezar de una vez los diálogos entre ellos, sus equipos técnicos y el Consejo Nacional de Educación, para elaborar entre los años 2004-2005 una propuesta de renovación de la educación peruana que se aplique a partir de agosto del 2006, promoviendo un pacto por el que gane quien gane, todos le den el respaldo político? Así se podría hacer la revolución educativa que el Perú necesita. Pero previamente se requiere que estos líderes compartan una visión de futuro y la convicción sobre la manera de revertir la calamitosa situación de la educación peruana. Para eso tienen 2 años. Hasta el mismo PP podría sumarse a la iniciativa. ¿Es posible? Sí. Vale la pena soñar.