Esperar que la educación haga en los colegios lo que la sociedad adulta en su conjunto no hace es una presunción ilusa. Mientras no haya una lucha frontal contra la corrupción entre y por los adultos, ni este concepto lo tengan claro el presidente, ministros, congresistas, Poder Judicial, la policía, es decir los elementos visibles del poder, de la institucionalidad, de la vida cotidiana, nada cambiará.

Un ejemplo muy sencillo es la reciente discusión entre el congresista Jorge Mufarech y el ministro Fernando Rospigliosi. También están los casos de los ministros que cayeron por nepotismo, el de César Almeyda y anteriormente el de Vladimiro Montesinos. Tantos funcionarios cuestionados -incluso la hermana del presidente- no denotan limpieza, transparencia ni corrección en el manejo del poder.

Todo eso está en un lado de la balanza. Cualquier cosa que se quiera hacer en la escuela es como pedirles a los alumnos que naden contra la corriente. Esta lucha debe estar fundamentada en los vínculos cotidianos que hay entre la gente.