En el mundo de las redes sociales, hemos llegado a un punto donde el fanatismo y la descalificación superan al diálogo democrático. La estructura misma de algunas plataformas favorece las respuestas instantáneas, anónimas y, muchas veces, agresivas, incentivando a los usuarios a lanzar juicios sin el menor filtro. Esta dinámica puede parecer inofensiva al principio, pero es un reflejo de cómo las redes sociales están moldeando nuestras interacciones y actitudes colectivas.

Pensemos en las frases «pienso diferente» frente a «Ud. es un ignorante». La primera invita a un intercambio de ideas, una señal de que las diferencias son bienvenidas y de que existe una apertura para el diálogo. Sin embargo, el tono predominante en redes tiende más hacia la segunda, atacando no la opinión, sino a la persona misma, convirtiendo el desacuerdo en descalificación. Esto crea una atmósfera de rechazo, donde expresar opiniones contrarias no solo se vuelve incómodo, sino casi peligroso.

Este tipo de comportamiento no solo limita la libertad de pensamiento, sino que también contribuye a la formación de comunidades cerradas, donde solo los puntos de vista similares encuentran respaldo. A los estudiantes, por ejemplo, no se les enseña a cuestionar, analizar o debatir; se les condiciona a elegir bandos. Por eso, es fundamental que comprendan que las redes sociales, tal y como están diseñadas, no siempre son espacios seguros para el debate saludable. Parte de los códigos de convivencia en redes debería enseñarles a distinguir entre crítica constructiva y descalificación anónima, para que sepan qué peso dar a estas interacciones y cómo usarlas de manera positiva.

Saber reconocer el sesgo de una plataforma es clave: algunas redes limitan las réplicas y el contexto, priorizando la virtualidad de los comentarios más polémicos o extremos. Esto no debe ser confundido con un foro abierto al diálogo. Por tanto, comprender el entorno digital donde se mueve una conversación es una habilidad esencial. Sin esta comprensión, corremos el riesgo de caer en un círculo donde el desacuerdo es sinónimo de enemistad, un círculo que desintegra la convivencia democrática y fomenta el fanatismo y el odio.

Los estudiantes de hoy necesitan herramientas para navegar esta realidad, saber qué peso darle a los comentarios, y cómo las redes pueden moldear la percepción que tienen de la realidad. Así podrán construir un uso más consciente y constructivo de estos medios, promoviendo en ellos el diálogo respetuoso y la capacidad de distinguir entre una crítica genuina y una descalificación que no aporta nada al crecimiento personal ni al colectivo.

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