Al leer en El País la entrevista al psicoanalista italiano Massimo Recalcati sobre la figura del papá que se titula “Ya lo dijo Freud, la profesión de los padres es una profesión imposible” evoqué inmediatamente a la gran diversidad de padres que he conocido en mi vida profesional que si estuvieran alineados con lo que él dice, nuestra sociedad estaría conformada por padres suficientemente buenos como para darle a sus hijos las alas que necesitan para volar en libertad.

La figura del padre ha evolucionado en nuestra sociedad, y el psicoanalista Massimo Recalcati nos invita a reflexionar sobre esta transformación. Según Recalcati, el padre disciplinario y autoritario ha quedado agotado y obsoleto en nuestros tiempos, pero aún existe confusión sobre cómo ser un padre empático sin caer en la sobreprotección. Esta falta de claridad genera una nueva forma de angustia en los padres, quienes evitan el conflicto por temor a no ser percibidos como amables. Sin embargo, el autor sostiene que los hijos necesitan encontrar obstáculos en sus padres y enfrentar conflictos como parte de su crecimiento y desarrollo.

La confrontación constructiva entre padres e hijos puede ser una oportunidad para el crecimiento personal. A través del debate respetuoso, los hijos aprenden a expresar sus ideas, defender sus puntos de vista y desarrollar habilidades de negociación. Además, aprender a manejar emociones y encontrar soluciones pacíficas les proporciona herramientas valiosas para resolver problemas en todas las áreas de sus vidas.

Es importante entender que el conflicto puede fortalecer el vínculo entre padres e hijos. Cuando los hijos se sienten seguros para expresar sus opiniones y sentimientos, se crea un ambiente de confianza y apertura que fomenta una comunicación profunda y sincera.

Recalcati nos advierte sobre la sobreprotección y la empatía desbordada. Los hijos son seres distintos de sus padres, y la empatía no debe confundirse con limitar su libertad.

Imponer expectativas y deseos sobre la vida de los hijos puede llevar a destinos infelices, como afirma Sartre. Por ello, es fundamental permitir que los hijos se rebelen, encuentren su propio camino y forjen su propio destino. Sorprendernos y admirarnos ante el secreto incomprensible del otro, en lugar de intentar comprenderlo en su totalidad, es una muestra de amor genuino.

En última instancia, el regalo más valioso que un papá o una mamá pueden ofrecer a sus hijos es la libertad para que forjen su propia identidad. En un día como hoy, en el que se nos bombardea con la idea de que el amor de los hijos se expresa a través de objetos materiales, es importante recordar que el amor incondicional entre padres e hijos trasciende cualquier obsequio material. No perdamos de vista la verdadera esencia de esta relación, alejados de las limitaciones impuestas por el consumismo.

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