Si queremos cerrar la brecha de las desventajas educativas debemos empezar por abordar directamente las carencias de los niños de 0 a 3 años en atención médica, nutricional y educación tempranas «Si enseñas a leer al niño, lo incapacitarás para seguir siendo esclavo», le increpaba a su esposa el amo blanco de Frederick Douglas, quien luego de educarse llegó a ser consejero de Lincoln y libertador de su raza afroestadounidense. Ciento cincuenta años después, en el Perú seguimos formando niños para sean los esclavos de los mejor educados.

Solo veinte de cada cien alumnos que ingresan a primer grado terminan quinto de secundaria luego de los once años previstos. El resto se retrasa o queda en el camino. ¿Quiénes son mayoritariamente los alumnos exitosos? Los acomodados que proceden de colegios privados serios y una minoría de alumnos de colegios estatales que con mucha perseverancia y apoyo familiar logran aprobar los grados. ¿Dónde se concentran los alumnos que más fracasan? En los sectores más pobres del país, en los urbanos pero especialmente en los marginales, rurales e indígenas.

¿Qué significa todo esto? Que, dependiendo de las condiciones económicas y educativas de la familia de origen, se va definiendo la desigualdad de oportunidades y quiénes tendrán todas las ventajas. Al extender esta realidad al nivel universitario y luego al mercado laboral, queda claro quiénes serán mayoritariamente los empleadores, los ejecutivos, los altos funcionarios, y quiénes serán sus subordinados y esclavos en toda la jerarquía laboral.

¿En qué momento empieza esta diferenciación entre los «de arriba» y los «de abajo»?

Desde el vientre materno hasta los primeros 3 años de vida, después de lo cual recuperar las brechas es muy difícil, más aun sin estrategias compensatorias premeditadas. Cuando el niño que acumuló todas las desventajas es acogido a los 5 o 6 años por la escuela pública, suele fracasar una y otra vez, por falta de estrategias de compensación, y queda fuera de carrera. Así, primer grado ya es tarde.

Abundan las evidencias científicas sobre el peso que tiene la atención medica, nutricional y educativa en el futuro de las personas.

Por ejemplo, la Universidad de Carolina del Norte rastreó por 21 años a niños pobres que acudieron a centros de estimulación inicial desde los 4 meses. Encontraron que estos superaron a los que no acudieron en pruebas de inteligencia, lectura, matemáticas, accedieron más a la educación superior y consiguieron mejores empleos, gracias a la estimulación y compensación tempranas.

Si queremos cerrar la brecha de las desventajas educativas y laborales asociadas a las diferencias económicas de origen, debemos empezar por abordar directamente las carencias de los niños de 0 a 3 años en atención médica, nutricional y educación temprana.

Hoy en día apenas 2,5% de la infancia de 0 a 2 años recibe atención en wawa wasis o programas de estimulación. Además, los programas estatales de alimentación y nutrición, no llegan a la población más vulnerable. Según Pedro Francke, ex jefe de Foncodes, el 34% de la población en extrema pobreza no recibe el Vaso de Leche y fuera de Lima el 95% de las personas en extrema pobreza no están cubiertas por el programa de los comedores populares.

Precisamente para llamar la atención pública sobre las implicancias de descuidar este crucial período y proponer estrategias de trabajo intersectoriales se llevó a cabo el 19 de febrero un magnífico evento organizado por el Consejo Nacional de Educación, con participación de renombrados expertos y representantes de los ministerios sociales, que sirvió para lanzar esta campaña de sensibilización.

Sería conveniente que el Gobierno asuma el liderazgo de esta urgencia nacional que permita liberar a nuestros pequeños esclavos de esta condena a ser los perpetuos servidores de quienes más se benefician del Estado, el cual por inacción o falta de convicción democrática aún no asume su responsabilidad de procurar la equidad entre los niños que nacen diferenciados por razones económicas.