No quedarse en el homenaje

¿Cuántos peruanos saben quiénes fueron José Bernardo Alcedo o José de la Torre Ugarte? Pocos saben que fueron autores de la música y letra del himno nacional; sin embargo todos los peruanos cantan el himno. Ocurre que la mente es muy limitada y selectiva como para conocer a todos los personajes de la historia y recordar continuamente su aporte al país. Pocos son los que con nombres como San Martín, Bolívar, Grau o Basadre son y serán mencionados aún por muchas generaciones, como ocurre en la historia de la humanidad con Leonardo, Montessori, Mozart, Freud, Aristóteles o Einstein. Sin embargo, la humanidad ha avanzado gracias a los aportes de millones de personas que hoy son anónimas pero que le dieron el cariz que actualmente tiene. Algo parecido ocurre también con los educadores. Sus nombres se van perdiendo en el olvido de las generaciones, pero su obra vive a través de las huellas que dejaron en sus alumnos y seguidores que incorporaron a sus vidas y actos la impronta que les dejaron sus mentores. Su desempeño en la sociedad, que la construye y modela, contiene las células vitales de sus mentores. Así, el gran educador Constantino Carvallo pervivirá en las huellas que sus herederos, seguidores y admiradores dejen en la construcción de un Perú mejor. Sin embargo, hay maneras de potenciar aún más su recuerdo, y ello está en manos del Gobierno. El presidente Alan García y el ministro José Antonio Chang se han referido elogiosamente a su persona y le han otorgado las Palmas Magisteriales (lamentablemente, de manera póstuma). Quizá los elogios que no le dieron en vida pueden convertirse en un homenaje a su memoria, haciendo algo que refleje que el Gobierno asume activamente el sentido de su mensaje y su obra. Le sugiero al Gobierno crear el Programa Constantino Carvallo para el Empoderamiento de la Infancia Peruana, que se proponga en el corto plazo cuatro objetivos carvaleanos: 1) Desnutrición infantil cero. 2) Universalización inmediata de la atención preescolar a todos los niños peruanos de 3 a 5 años de edad, con el complemento de atención a la salud y nutrición requeridos. 3) Fracaso escolar cero en niños de primer y segundo grado de primaria. 4) Girar los discursos oficiales genéricamente hostiles a los maestros hacia hechos, premios y reconocimientos que reivindiquen la importancia de su labor. Un programa de este tipo, que pondría a todos los niños peruanos en condiciones educables para aprovechar su escolaridad y educación básica, no solo significaría un enorme salto en la calidad de la educación peruana, sino especialmente, que el Gobierno Peruano entendió el mensaje de Constantino. Así quizá evitaremos volver a presenciar la partida de otros líderes de opinión que reciben homenajes formales en Palacio de Gobierno pero que se terminan cuando se apagan las luces de la ceremonia. La muerte de Constantino Carvallo nos ha conmovido a todos los que lo conocimos. Fue un educador honesto, visionario, brillante, con enorme capacidad analítica y ejecutiva, que podía pasar de los enunciados filosóficos abstractos a las propuestas pedagógicas más concretas sin dificultad y que además hablaba desde la sabiduría que le daba la experiencia. La sociedad peruana y el mismo Constantino merecen que el Gobierno honre su memoria con algo más que una premiación formal y póstuma.