A propósito de la confrontación entre comentaristas que adhieren a la causa israelí y a la causa palestina, estuve pensando si un columnista o analista puede ser objetivo, neutral y ser percibido como tal por el público. Me temo que no. Por más que lo intentemos, nuestro sesgo ideológico, político, religioso, nacional, se filtrará en nuestras columnas. Sea en la forma de enfocar un hecho, sea en la forma de recoger datos para justificar o descalificar argumentos, sea para anticipar consecuencias, nos pasa a todos los analistas sobre todo en los temas polémicos que abordamos.

Lo vemos en el caso de los que apoyan a Rusia o a Ucrania, Republicanos y Demócratas en EE.UU., en el tema israelí-palestino, en las disputas territoriales entre Chile y Perú, en la línea editorial de los canales de TV y diarios, entre “El Comercio” y “La República”, entre el gobierno y oposición, en la forma que escogemos en las redes a quienes queremos seguir, etc.

En los casos de posturas extremas, es más difícil aún como por ejemplo pedirle a un hincha de Alianza Lima que sea objetivo en relación con cómo aprecia a Universitario de Deportes y viceversa, o entre Bíden y Trump y ahora en el tema Hamas-Israel. ¿Quién puede hacer un análisis con el que se sientan presentadas todas las posturas?

Por eso resulta fundamental para la educación ciudadana alentar a nuestros alumnos y seguidores a buscar fuentes de información diversas, ver las posturas discrepantes, y hacer su propio juicio sobre las situaciones en las que tienen interés. Si los alumnos aprenden que no hay “verdades” unívocas, sea en temas políticos, sociales, religiosos o nacionales podrán ser más empáticos con los demás, y por lo tanto constructores de una cultura democrática. Sumado a ello, alentarlos a procurar la vía de la convergencia y conciliación, aún entre posturas muy discrepantes.

Por eso es esencial que la educación impulse la formación de ciudadanos críticos, capaces de analizar distintas fuentes, contrastar opiniones y construir su propio criterio. Estas habilidades no solo son fundamentales para comprender la realidad que nos rodea, sino también para participar activamente en la construcción de una sociedad más justa, tolerante y democrática.

Finalmente, debemos recordar que la democracia no se trata solo de votar cada cierto tiempo. Es un ejercicio diario de respeto, diálogo y entendimiento mutuo. Y la educación es el vehículo más poderoso para inculcar estos valores. Por lo tanto, es nuestro deber como sociedad asegurarnos de que las futuras generaciones estén equipadas con las herramientas necesarias para ser ciudadanos informados, críticos y empáticos. Solo así podremos garantizar una democracia sana y resiliente.

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Correo 03 11 2023     https://diariocorreo.pe/opinion/hay-analistas-objetivos-por-leon-trahtemberg-opinion-noticia/