Lograr que en cuatro años al menos 80% de los jóvenes peruanos tenga acceso a Internet no tiene por qué convertirse en un objetivo escolar, ni estar a cargo de los profesores

La razón por la que se avanza tan poco en la masificación del acceso, de la juventud peruana, a Internet es el hecho de haberlo convertido en un objetivo educativo, quedando el programa Huascarán contaminado por las conocidas incapacidades ministeriales y atrapado por la idea de que siendo un tema educativo, concierne a profesores, al currículo y a los colegios. Gran error.

En países en desarrollo, como el Perú, más de la mitad de los jóvenes jamás ha hecho una llamada telefónica. En cambio en países desarrollados como EE.UU., los jóvenes ingresan al mercado laboral, después de haber crecido en la era digital. Conforme Internet se consolida como la plataforma para el comercio, trabajo, aprendizaje, bienestar, cuidado de la salud y desarrollo social, crecerán las desventajas de los países pobres como el Perú frente a los países más informados y comunicados, lo que nos condenará a la exclusión.

Los jóvenes de los países del primer mundo están consumiendo juegos de computadora y videos que ya representan un volumen de dinero más grande que la industria cinematográfica de Hollywood. Usan los medios digitales para aprender, comunicarse, hacer compras, lo que está cambiando substancialmente las actividades infantiles, acelerando su desarrollo en aspectos motores, lenguaje, cognición, inteligencia, razonamiento, personalidad, habilidades sociales y durante la adolescencia, la forma de crear su identidad, autonomía y valores.

Esta Generación-Net se constituirá en una poderosa fuerza transformadora del comercio, la industria, los negocios minoristas, la publicidad y el márketing, ya que hará sus compras por Internet a empresas que sean capaces de ofrecer sus productos y servicios hechos a la medida de cada consumidor.

Es seguro, entonces, que los niños peruanos que se desarrollen fuera de la interactividad digital estarán en gran desventaja. Si la TV les robaba horas de su juego diario, los medios digitales se las podrían devolver, con la ventaja de que a la vez que se entretienen los niños también son activos, aprenden, leen, investigan, desarrollan habilidades y resuelven problemas. De este modo el ciberespacio se podría convertir en la cancha deportiva de la Generación-Net.

Estos jóvenes lejos de ser materialistas, egocéntricos, cínicos y demandantes de gratificaciones inmediatas, como usualmente los describen los adultos estadounidenses temerosos de ser avasallados por ellos, más bien serán grandes navegantes y exploradores, conocerán muchas más cosas que sus antecesores y se preocuparán más por los problemas sociales y mundiales. Serán optimistas y creerán en los derechos de los individuos, pero sin el ethos del individualismo.

La comparación del acceso a Internet del conjunto de la juventud peruana comparada con la estadounidense, así como la que hay entre los peruanos que pertenecen a diferentes estratos socioeconómicos, muestra cada vez más claramente el significado de la brecha informacional que separa a quienes tienen y quienes no tienen acceso a la tecnología de la información, lo que va de la mano con la creación de un apartheid informacional al que estarán condenados los peruanos pobres a quienes se les negará la posibilidad de aprender a tener éxito en las nuevas formas de vida del siglo XXI.

Por lo tanto, si el Gobierno quiere apostar por la equidad debe separar los objetivos educacionales encargados al ineficaz Ministerio de Educación de aquellos que son transectoriales, como lo es lograr que en cuatro años al menos 80% de los jóvenes peruanos tenga acceso a Internet. Ese no tiene por qué convertirse en un objetivo escolar, ni estar a cargo de los profesores. Bastaría para ello contar con una entidad intersectorial que movilice la capacidad computacional instalada disponible y un gobierno que se atreva a desescolarizar el acceso a Internet. De hacerlo, podríamos de paso darle una lección de audacia a todo el continente.