Si en la escala tradicional de notas del 0 al 20 un alumno que usualmente saca 04 en Matemáticas, en la última oportunidad saca 05, los oficialistas dirán que está progresando. Lo que no dirán es que sigue en el sótano de lo esperado para su grado.
Este año, nuevamente, el Ministerio de Educación publicó con cierto entusiasmo los resultados de la Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje (ENLA), intentando teñir de logro lo que es un reiterado fracaso. Se presentan mejoras en Lectura y Matemática; sin embargo, los puntajes apenas alcanzan niveles similares a los de 2016. Y lo que es peor (y persistente): la mayoría de estudiantes peruanos no aprende lo que el propio currículo nacional exige.

En 4.° grado de primaria, solo el 32,8 % alcanzó el nivel “satisfactorio” en Lectura, y apenas el 29,5 % en Matemática. En 6.° grado la situación empeora: solo el 24,9 % en Lectura y 13,7 % en Matemática logra los aprendizajes esperados. O dicho de otro modo: más del 70 % de nuestros estudiantes no comprende bien lo que lee ni resuelve problemas matemáticos básicos, pese a haber pasado seis años en la educación primaria.

¿Dónde está la celebración? ¿Qué exactamente estamos mejorando? La respuesta oficial es siempre la misma: que son avances “estadísticamente significativos”. Pero los números absolutos siguen siendo catastróficos. ¿Puede considerarse mejora pasar de una catástrofe a una catástrofe levemente menor?

El problema no es la prueba. Es el modelo. Esta evaluación busca hacer un diagnóstico nacional. Pero cada año mide lo mismo, de la misma forma, con el mismo instrumento, y se sorprende de obtener los mismos resultados. Lo que la ENLA termina reflejando no es solo el desempeño de los estudiantes, sino el fracaso de una estructura educativa que se niega a transformarse.
El modelo escolar tradicional ha naturalizado el fracaso de las mayorías. Los niños que “no logran” lo esperado no son la excepción: son la regla. Y, sin embargo, el sistema actúa como si fueran anomalías individuales, no como una falla estructural. ¿Y si empezamos por aceptar que es el sistema el que necesita ser “recuperado”?
¿Y si dejamos de evaluar para empezar a entender? Las pruebas estandarizadas como la ENLA no explican por qué no se aprende. No dicen qué sucede en el aula, qué se enseña (o no), cómo se construyen —o destruyen— los vínculos con el saber. Lo que se necesita no es solo más medición, sino más comprensión.

¿Por qué seguimos repitiendo una y otra vez la misma fórmula esperando resultados distintos? ¿Qué pasaría si el foco no fuera «elevar puntajes», sino repensar el modo en que las escuelas enseñan y los estudiantes aprenden, en contextos reales y diversos?
Lo más grave de los resultados de ENLA 2024 no es lo que revelan, sino que eran absolutamente predecibles. En un sistema que mantiene sus prácticas, su estructura rígida, su formato único y sus métodos frontales, es esperable que año tras año la mayoría no aprenda. Y mientras sigamos evaluando como evaluamos, enseñando como enseñamos y reaccionando como reaccionamos, el fracaso seguirá siendo sostenido. Y —lo peor— normalizado. Incluso el discurso de que son las gestiones anteriores las que tienen la culpa termina siendo normalizado.

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Factores asociados a la ENLA 2024. Por León Trahtemberg

Mi columna anterior sobre los resultados de Matemáticas y Lectura de las ENLA 2024 decía que lo más grave de sus resultados no era lo que revelan, sino que eran absolutamente predecibles. En 4.° grado de primaria, solo el 32,8 % alcanzó el nivel “satisfactorio” en Lectura, y apenas el 29,5 % en Matemática. En 6.° grado la situación empeora: solo el 24,9 % en Lectura y 13,7 % en Matemática logra los aprendizajes esperados. O dicho de otro modo: más del 70 % de nuestros estudiantes no comprende bien lo que lee ni resuelve problemas matemáticos básicos, pese a haber pasado seis años en la educación primaria.

En un sistema que mantiene sus prácticas, su estructura rígida, su formato único y sus métodos frontales, es esperable que, año tras año, la mayoría no aprenda. Y mientras sigamos evaluando como evaluamos, enseñando como enseñamos y reaccionando como reaccionamos, el fracaso seguirá siendo sostenido. Y —lo peor— normalizado. Incluso el discurso de que son las gestiones anteriores las que tienen la culpa termina siendo parte del paisaje.

Exactamente lo mismo ocurre con el estudio de los “Factores asociados a los aprendizajes” que presenta el Minedu, cuando reitera que los recursos escolares, las prácticas docentes y el involucramiento familiar son factores clave en el aprendizaje de los estudiantes. Me pregunto cuántos millones de soles cuesta hacer una evaluación que, año tras año, nos diga lo mismo, y que es predecible incluso sin aplicar esas pruebas.

Los resultados de la ENLA 2024 reafirman lo sabido: el aprendizaje de los estudiantes depende de un entramado dinámico e integral de factores escolares, familiares y personales. Se observa que un entorno escolar positivo, con buen clima social y fuerte sentido de pertenencia, está asociado a mejores rendimientos en Lectura y Matemática. Sin embargo, persisten brechas importantes en infraestructura, materiales y formación docente, sobre todo en zonas rurales. Las creencias y prácticas pedagógicas alejadas del enfoque por competencias aún son frecuentes, aunque se destaca que la adecuada gestión de la participación en clase por parte del docente impacta positivamente en el desempeño estudiantil. A nivel familiar, la participación activa de los padres favorece el aprendizaje, mientras que creencias como el castigo físico o los estereotipos de género pueden limitarlo. Además, los estudiantes con antecedentes de dificultades en la primera infancia tienden a rendir menos. Finalmente, el bienestar emocional y la motivación del estudiante son decisivos: quienes disfrutan aprender y se sienten valorados y seguros muestran no solo mejores resultados, sino también un vínculo más fuerte con su escuela.

La verdadera revolución de la educación peruana ocurrirá el día que las autoridades se atrevan a decir que, con el sistema educativo tal como está diseñado, este resultado es lo único que puede proveer. Si quieren un resultado distinto, es hora de plantear un modelo curricular y pedagógico distinto. Y de esos hay muchos a la vista, dentro y fuera del Perú. Basta interesarse en ellos y actuar con convicción para provocar el cambio.

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