El ministro de Educación Carlos Malpica señala que «mientras más horas de clases tengan los alumnos, mejor. Aprenderán más». Suena lógico, siempre y cuando hablemos de buenos maestros. ¿Qué pasa si el maestro maltrata al alumno, o es incapaz de motivarlo para que aprenda, como ocurre en tantos centros educativos públicos y privados donde los alumnos se aburren y prefieren migrar o desertar? Quizá concluiríamos que mientras menos clases, mejor, para que les haga menos daño. Lo que quiero decir es que modificar un solo elemento como el número de días de clases no mejorará la educación si todos los otros factores no se reforman simultáneamente. Por lo demás, el anuncio del ministro de que las clases escolares del año 2004 empezarán el 15 de marzo es improvisado e inconsistente, porque contradice lo dispuesto por el propio ministerio en las directivas de principio del año 2003 que establece que «las fechas de inicio, desarrollo y finalización del período académico y vacaciones, el horario de clases así como la definición de los períodos bimestrales o trimestrales, en los niveles de inicial, primaria y secundaria, los determina el director del centro educativo…» Dada la enorme diversidad de realidades climáticas, económicas y sociales en las que se desenvuelven los 60.000 centros educativos del país, tiene poco sentido que el ministerio establezca un calendario escolar único.

Más sentido democrático, descentralista y educativo tendría decirles a las comunidades educativas: «El año escolar debe tener un cierto número de horas como mínimo. Ustedes resuelvan como las programan». Eso expresaría confianza en la capacidad de las centros educativos de evaluar las opciones y escoger la que más los beneficiará. En cambio, anunciar verticalmente el adelanto universal de clases para el 15 de marzo, le quita sentido a la autonomía escolar.

Otra razón para considerar errado el anuncio es que el ministro planteó que ello responde a la necesidad imperiosa de que nuestros escolares recuperen el tiempo perdido con la huelga magisterial. Eso quiere decir, tal como lo señalé desde que se firmaron los 40 puntos, que ha fracasado la fórmula ministerial de recuperar con los sábados los días escolares perdidos por la huelga magisterial del 2003. Era cuestión de puro sentido común. Los alumnos y profesores ya tienen programada su vida para dedicar el sábado a otros quehaceres. Además, es un día adicional de gastos de transporte, refrigerio escolar, etc. Por lo demás ¿Por qué los alumnos tienen que ser castigados con las clases sabatinas debido a la incapacidad del Ministerio de Educación y el Sutep de entenderse sin perjudicar a los alumnos?

Más aun, ¿Alguien puede garantizar que con algunos días adicionales de clases los alumnos van a aprender más, dado el casi nulo aprendizaje que logran a lo largo de su vida escolar? Mientras los ministros no entiendan que nada cambiará en la educación sin una reforma estructural del conjunto del sistema educativo peruano que está quebrado, medidas como estas serán inocuas y tan solo pondrán en evidencia que las iniciativas de un ministro son inmediatamente desactivadas por su sucesor.