Durante el siglo XX, la educación peruana ha sido caracterizada por un control centralista y dos ejes principales: uno ascendente de educación estatal gratuita que ha expandido su cobertura hasta la educación superior, y otro descendente de financiamiento per cápita cada vez menor, que ha llevado a una disminución en la calidad de la educación y una reducción en las condiciones de vida y profesionales de los docentes. Esto ha resultado en una debilidad de la carrera docente y en la creciente demanda por educación privada.

El estado peruano ha sido incapaz de diseñar e implementar un modelo educativo propio y permanentemente ha copiado modelos extranjeros, dependiendo de las prioridades establecidas por organismos de cooperación técnica y financiera internacionales. A lo largo del siglo XX, ha habido altos y bajos en el financiamiento de la educación, propuestas reformistas superficiales e inoperancia frente a las evidencias de calidad docente muy variable. Actuó sin mayor convicción, consistencia y continuidad en las propuestas, lo que ha debilitado y diluido el sistema educativo peruano, dejándolo en un estado de atraso frente a los países que apuestan por la educación para su desarrollo y progreso continuo.

En esta era disruptiva por la omnipresencia de la Inteligencia Artificial el Perú solo tiene como opción avanzar dos o tres pasos cuando los otros avanzan uno y eso demanda reinventar creativamente sus propuestas educativas y concebir cruces de caminos originales que permitan cerrar las brechas y salirse del atraso respecto a otros países. Eso solo es posible con un Acuerdo Nacional por la Educación para el largo plazo. El resto es ilusión.

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