A lo largo del tiempo, los paradigmas educativos han experimentado diversos cambios y adaptaciones. Dos de los que han experimentado cambios más significativos son el enfoque tradicional conservador y el enfoque constructivista progresista.

En cuanto al paradigma educativo tradicional es el que más resistencia ha mostrado al cambio y ha predominado durante gran parte de la historia. Se caracteriza por ser un modelo de enseñanza centrado en el maestro como autoridad y transmisor de conocimiento, la memorización y la repetición de información, con un énfasis en la disciplina y la obediencia.

En relación con la sexualidad, el paradigma educativo tradicional tiende a mantener un enfoque conservador y moralista. La educación sexual es tabú y se considera inapropiada para el entorno escolar. La información sobre la diversidad sexual, la orientación sexual y la identidad de género suele ser ignorada o silenciada. Del mismo modo, la discriminación y los temas relacionados con la igualdad de género, la raza u otras características, a menudo se minimizaban o se abordaban de manera superficial.

En contraste, el paradigma educativo progresista se basa en la participación activa de los estudiantes, el aprendizaje basado en proyectos, la colaboración y la atención a las necesidades e intereses individuales de los estudiantes. Este paradigma ha sido más receptivo a los cambios sociales y ha abierto el camino para una educación más inclusiva y abierta en relación con la sexualidad y la discriminación.

El paradigma constructivista asociado a la educación progresista se centra en el estudiante como constructor de su propio conocimiento a través de la interacción con el entorno y la participación en experiencias de aprendizaje significativas, promoviendo el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos.

Este enfoque reconoce la importancia de una educación sexual integral que aborde aspectos como la anatomía, la reproducción, las relaciones saludables, la prevención de enfermedades y la promoción del consentimiento. Además, hace hincapié en la inclusión de la diversidad sexual y de género, fomentando la aceptación y el respeto hacia todas las identidades y orientaciones.

En cuanto a la discriminación, el paradigma educativo progresista ha tratado de promover la igualdad, la justicia social y la equidad en el aula. Se ha dado mayor importancia a la educación intercultural, la conciencia de la discriminación racial, étnica y de género, así como la promoción de valores como el respeto, la empatía y la inclusión.

Aunque el paradigma educativo progresista ha ganado terreno en muchos lugares, aún existen resistencias al cambio, especialmente en entornos más conservadores o tradicionales. Algunas personas pueden tener opiniones arraigadas o prejuicios que dificultan la adopción de enfoques más inclusivos y abiertos en relación con la sexualidad y la discriminación.

Sin embargo, es importante destacar que la educación está evolucionando y adaptándose a las necesidades cambiantes de la sociedad, y cada vez más se reconoce la importancia de una educación integral y equitativa en estos temas.