Si Evo Morales hubiera sido educado a tono con los tiempos, sus referentes no se hubieran quedado en Alfredo Stroessner, Fidel Castro, Anastasio Somoza, Augusto Pinochet. Hubiera podido informarse y analizar con mente lúcida lo que les ha pasado a quienes intentaron la perpetuación en el poder en este siglo y que han terminado con olor a presidiarios como Alberto Fujimori, Rafael Correa y próximamente Nicolás Maduro, a cuya lista se ha sumado él. Tenemos a la vista otro suicida de la vida política, una versión en vivo del fallecido Alan García y del suicidado congreso peruano liderado por Pedro Olaechea como soporte de los caprichos hepáticos del fujimorismo.

Evo Morales es el típico caso del presidente que se siente salvador indispensable de su país, que además omnipotente y embelesado por el placer del poder se muestra incapaz de dar un paso al costado -acosado además por el temor a ser enjuiciado por las turbiedades de su gestión-, rodeado de una manada de ayayeros que se convierten en un tapón para la escucha de opinantes discrepantes que lo alertan continuamente de las debilidades de su gestión.

La democracia en esta época en la que las redes y calles derrocan a las jerarquías políticas sordas, ineficientes y corruptas debieran mirarse en el espejo de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Chile, para olfatear mejor lo que les espera a los gobernantes que no sean capaces de cumplir a cabalidad sus roles y cronogramas para los que fueron elegidos.

El Presidente Martín Vizcarra que disfruta de una corta luna de miel popular debiera tenerlo presente además. Similares estadísticas de popularidad temporal tuvieron en su momento Correa, Evo, Chávez y Fujimori.

Por lo demás, los colegios y universidades tienen en estos tiempos la oportunidad (y obligación) de traer estos temas a clase en tiempo real, y no esperar años a que entren en algún libro de historia. Esto es parte medular de su formación ciudadana que parece que los gobernantes caídos en desgracia no tuvieron la oportunidad de aprovechar.

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La cifra repartidora que no veremos.

Perú 21 trae la encuesta de Datum sobre cómo se perfila la conformación del nuevo congreso, mostrando que 23% podría votar por reelegir a los congresistas recientemente disueltos (que no es poca cosa), pero hay una estadística que no revelan estas encuestas y es quién tiene peso para influir en las decisiones congresales más allá del número de congresistas.

En los últimos congresos, por ejemplo el APRA ha tenido un peso muy superior al del número de congresistas, y en el reciente eso ha ocurrido con Mulder y Velásquez Quesquén,

En otros bandos vimos algo similar en Bartra, Beteta, Salaverry, Sheput, Vitocho, Rosas, Galarreta, Glave, Arana, Bruce por mencionar algunos de los más mediáticos que han tenido mucho más peso que su voto individual o inclusive que buena parte de su volátil bancada.

Por lo tanto, lo que elector debiera considerar al elegir a sus candidatos no es solo a qué partido pertenecen y cómo eso ayudará a la cifra repartidora sino quiénes son los candidatos que tienen el peso personal para contribuir a que el congreso sea equilibrado, democrático, capaz de convivir armoniosamente con el ejecutivo y ponerle freno a las desbarrancadas radicales y a los suicidios congresales.

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