Durante décadas, hemos educado como si la vida fuera una carrera de velocidad: llegar primero, memorizar más, sacar la mejor nota en la prueba estandarizada. Pero esa lógica, tan arraigada en nuestras escuelas, está cada vez más desconectada de la realidad. El mundo actual —y mucho más el que se viene— no necesita velocistas. Necesita surfistas.

En su informe Future of Jobs 2023, el Foro Económico Mundial advierte que cerca del 23% de los empleos actuales desaparecerán o se transformarán en cinco años, y que el 44% de las habilidades clave cambiarán para 2028. El problema es que seguimos preparando a los estudiantes para un mundo que ya dejamos atrás, con modelos de enseñanza y evaluación diseñados en el siglo XIX. ¿Cómo vamos a prepararlos para lo imprevisible, si el sistema educativo actual se basa en lo predecible?

Los docentes tampoco están exentos de este desfase. Se les exige preparar a los estudiantes para el futuro, pero ellos mismos no han sido formados para ese futuro. Mientras tanto, la inteligencia artificial generativa, los cambios tecnológicos y las tensiones globales transforman todo a una velocidad vertiginosa. ¿Cuál es el rol de la escuela en este escenario?

No es acelerar más. Es enseñar a surfear.

Surfear significa mantener el equilibrio en medio de la incertidumbre, desarrollar la resiliencia para volver a intentarlo después de una caída, tener la curiosidad para explorar nuevas rutas y la autoconciencia para entender cómo uno aprende, cómo uno es. En vez de seguir clasificando a los estudiantes como “buenos” o “malos” según parámetros obsoletos, deberíamos ayudarlos a descubrir sus talentos, estilos de aprendizaje y modos de aportar al mundo.

Por eso, más que reforzar la memorización o castigar el error, necesitamos fomentar la creatividad, el pensamiento crítico y el juicio ético frente a herramientas como la inteligencia artificial. ¿Puede un estudiante distinguir un deepfake de una noticia real? ¿Entiende los sesgos que trae el algoritmo? Enseñar a surfear la ola digital es enseñar a leer el mundo con inteligencia y responsabilidad.

Y esto no es solo para los jóvenes. En una Europa que envejece —como lo describe el artículo del Foro Económico Mundial publicado el 30 de junio de 2025— se hace evidente la urgencia de un aprendizaje a lo largo de toda la vida (https://es.weforum.org/stories/2025/06/surfer-al-futuro-por-que-la-educacion-debe-incorporar-la-ia-las-habilidades-blandas-y-la-autoconciencia/).

Aprender no debe ser algo que se termina con un diploma. El aprendizaje continuo es la única forma de navegar una realidad líquida y cambiante.

Dejar de correr significa dejar de empujar a los estudiantes hacia carreras que no han elegido, hacia éxitos que no comprenden y hacia metas que no sienten propias. Surfear, en cambio, implica acompañarlos mientras descubren quiénes son, qué los apasiona, cómo aprenden y cómo quieren impactar en el mundo.

Educar para el futuro no es anticipar con precisión lo que vendrá. Es dotar a las personas con las herramientas para reinventarse cuantas veces sea necesario. En tiempos de disrupción por la IA, inestabilidad geopolítica y transformación económica, los jóvenes no necesitan más respuestas prefabricadas. Necesitan las preguntas correctas. Y la capacidad de hacerse nuevas preguntas cada vez que el mundo cambie.

Esa es la educación que debemos construir. No para que lleguen primero. Sino para que nunca dejen de moverse.

Enseñémosles a surfear.

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