Los discursos presidenciales inaugurales tienen el valor de compartir con el público el imaginario que tiene el presidente sobre cuáles son los problemas de la educación y cómo piensa que podrían resolverse, para lo cual anuncia una serie de medidas. Los siguientes cuatro años los discursos presidenciales ya son un tedioso listado triunfalista de cifras de soles gastados y de lo que el gobernante considera sus logros.

De allí que el análisis del primer discurso debe intentar descifrar ese imaginario más que enfocarse en las medidas aisladas. Ello se hubiera facilitado si esa visión hubiera sido explicitada por el presidente; pero no habiendo sido así, intentaré hacerlo articulando las diversas medidas anunciadas.

En varios aspectos parecería que hay la intención de compensar las deficiencias del pasado, colocando más dinero para cerrar las brechas que ponen en desventaja a la infancia y a los estudiantes de zonas rurales y vulnerables, y mejorar las condiciones de vida de los docentes.

Con la esperanza de obtener esta vez mejores resultados se reiteran estrategias ya ensayadas antes para la atención integral infantil, cuna más, alimentación escolar, educación técnica (escolar y superior), retorno a la presencialidad, viviendas para docentes rurales, repatriar talentos y la vacunación de profesores, personal escolar y alumnos. Al mencionar que hay que contar con una base firme de profesores estables parecía aludirse a darle estabilidad a los docentes contratados.

¿Qué queda entonces de aquello que podría diferenciarse de la educación tradicional y orientarse más hacia el futuro a partir de los saberes del siglo XXI?

A riesgo de que por falta de precisión esté interpretando lo dicho por Pedro Castillo desde lo que yo considero deseable, resultan valiosas las siguientes medidas: acceso universal a Internet (como derecho), ingreso libre a las universidades (para que sea por sus méritos que se defina su continuidad) y señalar que la innovación será una prioridad, para la cual mencionó dos dimensiones: 1) Diversificar el currículo nacional en forma de planes curriculares promovidos por los maestros, estudiantes, padres de familia y comunidad (que podría estar apuntando a mayores niveles de autonomía escolar); y 2) Creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (que podría estar apuntando a gestar localmente los conocimientos científicos, tecnológicos y patentes que actualmente se importan del exterior para que respondan a las necesidades y prioridades peruanas)

Si la innovación como estrategia continua en todos los quehaceres de la educación tradicional, el aumento del presupuesto invertido de modo eficiente en las áreas de mayor efecto multiplicador e impacto social y la autonomía de las instituciones educativas van a estar en la médula de la acción educativa del gobierno, podríamos estar frente a un panorama alentador.

Habría que agregar que no siendo la educación un segmento aislable dentro de la acción de un gobierno, resultará fundamental que los demás sectores articulen sus políticas y estrategias con las prioridades de educación, sostenerse en posturas altamente democráticas, y que haya un diálogo fluido y constructivo con el Congreso, que tradicionalmente ha sido un freno para la innovación educativa.

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