¿Por qué el mundo no hace nada en los temas como el de Gaza, Siria, Irak, Corea del Norte, Venezuela, Mujeres sin DDHH en países islámicos, Pobres que mueren de hambre o de enfermedades fácilmente curables en África, etc.? Por León Trahtemberg

1). Este es un reclamo general de parte de quienes aspiramos a vivir en un mundo de paz, tolerancia y respeto a la vida, democracia y los derechos humanos. Sin embargo, ¿Es lo usual en el mundo que alguien externo a los directamente involucrados haga algo?; ¿Quién es el juez que tiene el derecho y poder para juzgar quién tiene la razón en una situación de conflicto?; ¿Ha demostrado la ONU el equilibrio ético para intervenir y resolver conflictos?. Si en casos tan mundanos como el pleito entre una pareja de esposos que se quieren divorciar suele haber tanta carga negativa, hostilidad, desavenencias, que requieren la intervención por años de abogados, jueces y al final suelen quedar heridas sangrantes (salvo que sean amistosos y sensatos en sus arreglos y cuando se requiera acepten mediadores confiables y eficaces) ¿cómo será en las desavenencias entre países o grupos étnicos o religiosos que no son capaces de vivir juntos y que no dependen de autoridades externas ni confían en mediaciones imparciales y confiables?

2). No existe la objetividad o única “versión correcta” en ningún análisis económico, religioso o político. Todas son posiciones personales o institucionales que tienen al frente la versión contraria. En economía, ¿cuál análisis es el correcto sobre los mismos hechos, el del liberal o el del socialista? ¿opinan igual sobre los TLC?. En la política, ¿cuál es el análisis correcto cuando se juzga al gobierno de Humala: el de los apristas o los humalistas?; ¿cuál es la visión “verdadera” sobre el gobierno de Alberto Fujimori?; ¿cuál es la versión correcta respecto a la lucha contra el terrorismo documentada por la CVR?. En la religión, ¿cuál es la visión «correcta» del mundo: la de los católicos, judíos o musulmanes?. En la política internacional ¿Quién tiene la razón en la definición de la frontera entre Perú y Chile?; ¿Quién tiene la posición «correcta»: Rusia o Ucrania, Israel-E.UU. o Irán, Siria o insurgentes radicales separatistas (que crucifican cristianos por no convertirse y exterminan por cientos a disidentes), Egipto o los Hermanos Musulmanes ganadores de elecciones pero depuestos por sus actuales carceleros; etc.

3). No habiendo objetividad ni versión única correcta de las cosas hay que entender que el mundo se mueve por intereses y no por valores. (¿Pasarían algún examen sobre democracia, DDHH, derechos de la mujer, etc. los países islámicos o Corea del Norte? ¿Son China o Venezuela democracias que respetan los DDHH? Sin embargo, son proveedores o mercados a los que nadie estaría dispuesto a renunciar).
Lo que le importa a cada país son sus intereses, que en estos tiempos son principalmente económicos y en segundo lugar geopolíticos. De lo contrario, ¿qué sentido tuvo que Perú reconozca a China como una economía de mercado, a exigencia de China para no tener problemas con la OMC, cuando realmente no lo es?; ¿Qué sentido tiene que EE.UU espíe masivamente a todos su aliados o que Rusia ponga en jaque a Ucrania y se oponga a cualquier acción de fuerza de las potencias occidentales contra Irán o Siria?.

4). A las potencias mundiales les interesa muy poco la solución de los conflictos en el Medio Oriente mientras no se perturben los negocios, mercados y flujo de gas y petróleo. Si de paso se puede hacer buen negocio vendiendo armas a todos los involucrados, tanto mejor para ellos. Si no hubiera dinero ni petróleo en la zona (como en tantos países de África o Asia) ni superposiciones de intereses religiosos, la zona apenas sería motivo de noticias marginales en los medios.

5). Cada país construye su historia nacional de manera que esté alineada con una visión de país que responde a su identidad histórica, necesidades de cohesión, valores ancestrales, figuras heroicas y paradigmáticas, triunfalismos, exaltación de las victorias sobre las derrotas o interpretación de las mismas culpando a terceros, e intereses de los gobiernos de turno. Basta ver cómo relatan la historia de la guerra entre Perú y Chile los peruanos y cómo la relatan los chilenos. Los hechos son los mismos. Pero cada uno los acomoda, articula y sopesa de manera diferente para dar su versión de las cosas la cual alimenta o deriva de su orgullo e historia oficial nacional. Tanto más complejos son temas como el de Israel-Palestina, Bolivia-Chile, China-Taiwán, Armenios-Turquía, etc.

6). Creo firmemente en el valor de cada persona y su derecho a vivir en paz, con seguridad, sin sentirse amenazado por contextos hostiles, sea en el plano local nacional o internacional. Por eso las guerras siempre son abominables, y enterrar hijos, hermanos, padres o amigos es terrible sean de la nacionalidad que sean.

Por eso también creo que el mundo se autodestruirá o sobrevivirá en mejores términos si es que logramos que los intereses económicos se vean presionados y acotados por intereses medioambientales y de convivencia pacífica. Para ello se requiere una masa crítica de individuos con peso público que logren colocar esos temas en la agenda y convertirlos en intereses nacionales (y luego internacionales). Eso empieza con los valores y acciones de cada uno de los individuos en su entorno familiar, amical, laboral, social. A ello se agregan las acciones de todo aquél que es elegido para gobernar.

Si me he dedicado a la educación es porque creo firmemente que es el mejor medio capaz de cultivar la mente de generaciones de personas que aspiren a mejorar el mundo, lo cual no va a ocurrir manteniendo la inercia actual sino recomponiendo su agenda. Cada uno de nuestros estudiantes es un potencial militante en ese esfuerzo. Mientras más sean, más posible será el cambio. Allí hay un gran espacio de acción para los educadores y la educación. Mientras tanto, el mundo educado con las reglas de juego tradicionales en las que la fuerza y los intereses egoístas prevalecerán sobre cualquier otra consideración, seguirá actuando como siempre lo ha hecho. Y a los países o grupos en conflicto no les quedará otra que conciliar, buscar mediadores confiables y aceptar concesiones mutuas o mantener vivo a perpetuidad los conflictos que los agobian y desangran.

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Nota agregada el 22/07/2014

¿Qué pasaría si los hepáticos y agresivos comentaristas de las redes sociales fueran los líderes encargados de firmar un acuerdo de fin de hostilidades entre las partes?

Judíos, cristianos, musulmanes opinan de diversas maneras en las redes sociales sobre el tema Gaza-Israel o Siria-Insurgentes islámicos o tantos otros. Lo mismo israelíes, palestinos, connacionales, personas vinculadas étnica o religiosamente a estos pueblos o que simpatizan con unas u otras. También lo hacen quienes desde posiciones ideológicas han asumido una simpatía hacia una de las partes, y no faltan los que desean dar una visión menos apasionada basada no tanto en la coyuntura sino en la historia, sociología, antropología, etc. Todo ello refleja el abanico de consideraciones y opiniones que existen en torno al tema, como lo suele haber en torno a cualquier disputa que polariza a la humanidad. Los que creemos en la democracia y libertad de expresión entendemos que ese abanico es parte natural de las posturas que despiertan los conflictos, y que a veces unas son mayoritarias y otras minoritarias.

Lo que me preocupa es que algunos opinantes expresan tales niveles de agresión e intolerancia en sus planteamientos, con posturas fanáticas del tipo “blanco o negro” (la culpa está de un lado, la verdad del otro), y generalizaciones respecto a naciones como “los judíos”, “los musulmanes”, ”los cristianos”, “los israelíes”, “los palestinos”, incluyendo ataques personales hacia mi por el solo hecho de ser judío o tener una opinión distinta a la de quien escribe, que me pregunto ¿cómo sería si ellos fueran dirigentes de Israel o del Hamas que tuvieran que sentarse a negociar un acuerdo de fin de hostilidades y buena convivencia?; ¿no reproducirían exactamente lo que estamos viendo en el Medio Oriente?

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Nota agregada el 24 07 2014

¿Qué peso tiene la «opinión pública internacional» en la resolución de conflictos?

La última semana he posteado titulares sobre diversos conflictos mundiales en los que hay grandes cantidades de muertos, desplazados, enfermos desatendidos, sea en Siria, Nigeria, Egipto, Gaza, Sudán, Ucrania, Libia, Turquía, China, Afganistán, Somailia, Brimania, Corea del Norte, Etiopía, Pakistán, etc. En todos ellos hay anuncios de la «comunidad internacional» pidiendo el fin de las hostilidades.

Algunos tienen como contraparte movimientos radicales islámicos que quieren prevalecer en sus países; otros tienen nacionalistas étnicos que quieren diferenciarse de la población nacional con la que no se identifican; otros son producto de golpes militares o conflictos fronterizos y otros producto de la opresión criminal de gobiernos que no les interesa respetar los DDHH.

Siempre me he preguntado si hay tal cosa como «la opinión pública internacional» como un ente tangible con capacidad de intervenir y poner fin a la violencia cuando las partes en conflicto no tienen interés en poner fin al conflicto o de aceptar los términos que «la comunidad internacional» plantearía como receta. Más aún, cuando ninguna de las grandes potencias tiene interés principal en el tema o por el contrario, cuando una de ellas está directamente involucrada (como por ejemplo Rusia en Ucrania, China en Tibet o Inglaterra en Las Malvinas).

También me pregunto qué es esa opinión pública internacional. ¿Lo que dice la ONU que es un foro creado para defender intereses específicos de las grandes potencias que emergieron de la 2da Guerra Mundial?; ¿Lo que dicen algunos diarios o medios audiovisuales con sus fotografías o vídeos que dependen de la posición ideológica o económica que defiende la agencia de noticias?;

Si agregamos a eso el alto costo de una intervención extranjera en algún conflicto internacional vemos que la única manea de resolver un conflicto es que las partes involucradas quieran resolverlo, y que haya mediadores confiables que por sus propios intereses quieran mediar en estos conflictos (siempre y cuando una de las partes no sea una gran potencia como Rusia, China, Inglaterra, Francia o EE.UU. en cuyo caso cualquier arreglo debe hacerse bajo sus términos).

Si las partes en conflicto no quieren resolverlo, no hay solución, como el cáncer que si no se extirpa o cura sigue causando estragos hasta que el cuerpo que lo contiene se muere.

Me temo que varios de los conflictos que mencioné en las primeras lineas seguirán existiendo por mucho tiempo más y que no hay solución de corto plazo. La de largo plazo es educar a nuestras nuevas generaciones para que cultiven una vocación de paz, tolerancia y convivencia pacífica (cosa que nuestros sistemas educativos obviamente no hacen. Por el contrario, incentivan al individualismo y egoísmo, a la competencia (notas) para jerarquizar a unos alumnos encima de otros, a que en toda discusión haya ganadores y perdedores, a que «el más popular tiene todo a su favor, aunque no tenga razón», a la represión y uso de la fuerza psicológica del profesor contra el alumno que piensa diferente, a agachar la cabeza frente al caudillo-profesor, a que el más fuerte o inteligente prevalezca sobre el más débil o con alguna discapacidad, a que «no te metas (sé indiferente), si el tema no es contigo»; etc. Con esa educación ¿por qué sorprende el comportamiento de las sociedades adultas?)

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