¿Tiene cabida en el aula escolar tratar el anuncio del Presidente Fujimori del 17 de septiembre respecto al adelanto de las elecciones, así como la posterior salida negociada del Perú de su asesor Vladimiro Montesinos? Los educadores nos topamos todos los días con imprevistos importantes como los antes mencionados, que lamentablemente muchos dejan pasar como si no existiesen. Actuando así, cierran los ojos ante la realidad con lo que convierten a la escuela en un espacio irrelevante e inútil, por no ser capaz de tratar los temas más cruciales, que por cierto están en la mente y en la conversación informal de los alumnos y los propios profesores. Dejar que los alumnos se informen sobre estos temas a partir de rumores o comentarios callejeros significa perder oportunidades para facilitar un diálogo relevante, capaz de estimularlos hacia la reflexión ética, cívica y democrática.

 

LECCIONES
Varias lecciones cívicas y éticas pueden derivarse del análisis de los hechos aludidos. Para empezar, una lección psicohistórica, que se ha repetido muchas veces con muchos líderes históricos como Hítler, Mussolini, Stalin y más recientemente Pinochet. En situaciones límite, en las que una grave crisis, el caos y la violencia amenazan las seguridades básicas de las personas respecto a mantener su vida, empleo y bienes, como lo fue en el Perú la época del terrorismo y la crisis económica de los 90´s, muchas personas tienden a renunciar a algunos de sus derechos, libertades y ejercicios de control a favor de los líderes que son percibidos como capaces de poner orden, recuperar la seguridad y liberarlos de estas fuerzas que amenazaban sus certidumbres, sus vidas y propiedades. Así lo hicieron muchos peruanos con ocasión del autogolpe de 1992 respaldando al Presidente Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos. Sin embargo, al convertirse esta situación transitoria en permanente, la ausencia de control social degeneró inevitablemente en la progresiva violación de los derechos fundamentales de las personas.

Ninguna democracia puede construirse sólidamente sobre la propuesta de que “el fin justifica los medios”. Ese es más bien un planteamiento totalitario. En una democracia por definición los medios son tan importantes como los fines ulteriores orientados a lograr el bien común y la convivencia armónica.

Una segunda lección deviene de tratar el encanto del poder. El ejercicio del poder es placentero y estimulante para quien lo detenta, y la lucha política por alcanzarlo y ejercerlo dentro de una democracia es legítima. Pero precisamente para evitar que degenere el ejercicio del poder, resulta imprescindible la existencia de instituciones fuertes y normas contundentes que lo controlen y sancionen sus excesos.

La concentración del poder en una o dos personas tiende a engendrar corrupciones y trasgresiones de menor o mayor magnitud. Por eso la división del poder y los mecanismos de control benefician y protegen a todos, empezando por los propios gobernantes ya que pone límites a sus naturales prepotencias, antojos y errores.

Una tercera lección vinculada a lo anterior, es que todas las personas tenemos que saber que tarde o temprano vamos a rendir cuentas por nuestros actos. Tener eso en la conciencia no sólo ayuda a tener una brújula moral en nuestra mente, sino que nos protege del peor enemigo que tenemos todos, que somos nosotros mismos cuando nos sentimos omnipotentes, infalibles y eternos.

Una cuarta lección ética de la reciente exhibición del video Kouri-Montesinos es que las malas artes (como los videos extorsionadores y chuponeos telefónicos) son un boomerang. Quien se aprovecha de ellas en un momento, pagará luego el precio de que se usen en su contra.

Una quinta lección cívica y ética es que habitualmente lo que empieza mal termina mal. De algo que nace mal no se puede construir algo bueno. Un gobierno que nace cuestionado en su legitimidad no puede constituirse en la base de una democracia sólida, la unidad nacional, los consensos y la justicia social.

Finalmente, la sexta lección de que la vida es pendular. Unas veces tenemos éxito, otras veces fracasamos. Unas veces estamos en el lado ganador, otras en el perdedor. Por eso la humildad, el respeto y la generosidad hacia quienes son nuestros ocasionales contrincantes es la única garantía de ser tratados de la misma manera cuando estemos en el otro lado de la cancha. Si todos los peruanos nos respetáramos y reconociésemos la temporalidad del poder, estaríamos en mejores condiciones de vivir en democracia.

 

GESTOS

El Presidente Fujimori aún tiene un margen de maniobra para sanear el ambiente político, iniciar un proceso democratizador y rescatar una correcta valoración social de sus aciertos. Esto requiere de gestos y acciones de diálogo y reconciliación nacional, que podrían tener un enorme impacto educacional. (dialogo@ole.com)