¿De qué les sirve cursar tantas horas de ciencias, si no pueden entender los efectos bioquímicos en su cerebro y salud mental del consumo de la marihuana y otras nuevas fórmulas psicoactivas, a la luz de la creciente legalización medicinal y recreativa de dicha hoja?

¿De qué les sirve tantas horas de Historia del Perú para entender la corrupción crónica de nuestros gobiernos, las grandes fracturas socioculturales acumuladas, y la tendencia a la legalización de facto de la apología a Sendero Luminoso?

¿De qué les sirve a los alumnos de los colegios haber cursado cientos de horas de ciencias si no pueden indagar qué dice la ciencia sobre vacunarse, sobre el uso de invermectina o cualquier nuevo medicamento, cuando usar o no las mascarillas protectoras y cuáles son adecuadas?

¿De qué les sirve a los alumnos haber dedicado cientos de horas de cursos de historia universal y peruana que desde la edad media está centrada en las potencias europeas, especialmente Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, España, y más adelante Estados Unidos, para conocer con solvencia a Japón, Corea, China, o más allá Sud-África e India, países que marcan y marcarán la agenda mundial tanto o más que los europeos y los propios norteamericanos?

¿De qué les sirve a los escolares haberse concentrado en la expansión del cristianismo desde Europa hasta América, para entender el origen, expansión y preeminencia mundial del Islam, no solo como la religión mayoritaria en el mundo, sino por los efectos de su enorme poder económico petrolero y la expansión global de la violencia terrorista radical islámica? Y si algo de esto saben, ¿cómo evitar la estereotipación y generalización para entender que en todos los pueblos, al lado de las mayoritarias poblaciones pacíficas, suelen surgir grupos radicales y totalitarios?

¿De qué les sirve a los alumnos haber dedicado decenas de horas a estudiar la primera y segunda guerra mundial focalizada en Europa y algo de Asia, más o menos con los mismos actores y pretensiones, para ubicarse en lo que podría ser la tercera guerra mundial que tendrá otros actores, otros espacios geográficos y muy trágicas consecuencias planetarias?

Con la creciente necesidades de lidiar con familiares con cáncer terminal, Alzheimer y otras enfermedades invalidantes y terminales, ¿qué disposición mental han cultivado hacia posturas que polemizan sobre la eutanasia y la muerte asistida?

¿Cuántos egresados del colegio saben qué pasa en Afganistán, porqué se retiraron las tropas de Estados Unidos y sus aliados, y qué impactos va a tener eso en la paz mundial?

¿Qué aspectos de la vida escolar prepara a los alumnos para entender que la idílica ruta de estudiar una carrera para abrir las puertas al éxito, será duramente confrontada por una realidad en la que las profesiones del futuro no se parecerán en muchos a las del pasado, y que ellos probablemente pasarán un buen tiempo siendo trabajadores free-lance, con limitados ingresos, y que por muchas temporadas serán desempleados, para que sus decisiones de vida puedan incorporar esas dimensiones de la realidad?

¿Qué enfoque de la enseñanza de las ciencias sociales los prepara para lidiar con una convulsionada e inestable América Latina en llamas, y un progresivo incremento de los regímenes dictatoriales nacidos de la frustración de las poblaciones frente a las limitaciones de las democracias para garantizar el bienestar común?

La educación convencional trabaja mirando al pasado, lo ya conocido, y deja indefensos a los alumnos para lidiar con los retos y escenarios futuros, con lo aún no conocido, pero que será lo que defina el mundo real en el que vivirán. No se trata de no conocer el pasado, en el que están los gérmenes y acontecimientos que sostienen infinidad de realidades e identidades actuales. Se trata de abrir un gran espacio para mirar el presente y el futuro, en el que los egresados escolares sin duda vivirán, y que tiene herramientas y códigos de comprensión y abordaje muy distintos a los usados para el estudio unilateral del pasado.

¿No es hora de encarar el reto de reconceptualizar de una vez el currículo y abordaje pedagógico de los colegios para que generen oportunidades de aprendizaje realmente significativas y alumno centradas, más allá de la preocupación inmediata de la transición desde la virtualidad a la presencialidad y la “recuperación de las clases perdidas” que seguramente ocupará los debates y estudios académicos al menos de los próximos dos años?

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