La sexualidad no pide permiso: ¿también los padres deberán firmar su autorización para hablar de afecto? 

La reciente Ley 89-2025 aprobada en Puerto Rico, [con razgos similares a los del Perú] impulsada por sectores conservadores y religiosos, obliga a las escuelas a notificar con antelación cualquier curso, charla o actividad vinculada a temas de sexualidad y afectividad, y otorga a padres y tutores el derecho a objetar dichos contenidos o exigir clases o evaluaciones alternativas. En caso de incumplimientos reiterados, la ley permite incluso acciones legales contra la escuela o el Estado (si es pública).

Puerto Rico no está solo. En EE.UU., estados como Florida, Texas o Tennessee han implementado restricciones similares, eliminando contenidos sobre diversidad sexual o identidad de género de sus escuelas públicas. En Hungría, Polonia o Rusia, se han aprobado leyes que prohíben o limitan cualquier mención a modelos familiares distintos al tradicional. Todas estas iniciativas comparten una ilusión peligrosa: que la sexualidad escolar puede planificarse, controlarse y empacarse en un temario con anticipación.

Pero la sexualidad y la afectividad no funcionan así. Aparecen sin agenda, en momentos espontáneos, reales, humanos. Son parte de la vida escolar tanto como las matemáticas o los recreos. ¿Y qué hay de esas situaciones que ningún curso programado puede prever?

¿Qué hay de la sexualidad y afectividad que no se puede empaquetar en un curso ni anunciar por adelantado a los padres? Por ejemplo:

  • Un alumno de 9 años pregunta espontáneamente en clase si es normal que a veces le guste un niño y otras veces una niña. La docente responde con naturalidad y respeto. ¿Debe esperar a tener autorización por escrito para responder?
  • Un grupo de adolescentes hace bromas homofóbicas en voz alta durante el recreo. El profesor interviene para hablar de respeto y diversidad. ¿Esa conversación también requiere previa notificación oficial?
  • Una niña de 10 años le confiesa a su maestra que se siente incómoda porque un compañero le pide abrazos todos los días. La maestra decide hablar con la clase sobre consentimiento. ¿Debe informar a cada padre antes de hacerlo?
  • Una alumna de secundaria le pide consejo a su tutora porque siente que su pareja la presiona para tener relaciones. ¿La docente debe guardar silencio hasta que la escuela emita una circular de permiso?
  • Dos niños de segundo grado se preguntan por qué su compañero tiene “dos mamás”. El maestro aprovecha para hablar de los distintos tipos de familia. ¿Eso es parte del currículo objetable?
  • Una chica de 15 años se siente humillada porque su enamorado difundió mensajes íntimos en redes. La orientadora aborda el tema del respeto digital y los límites. ¿Eso requiere la firma de los padres antes de conversar?

Pretender que la sexualidad solo se enseña en talleres planificados es negar la realidad emocional y social de los estudiantes. La escuela es un espacio vivo, donde todos aprendemos de las relaciones, las palabras, los gestos, las miradas, los silencios… y también de los abrazos.

Educar no es leer un libreto autorizado. Es estar presente cuando la vida misma —no el currículo— plantea las preguntas más urgentes.

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