(Actualizado 6/4/29024)

Me adhiero al reclamo del Ministerio de Educación y Consejo Nacional de Educación de que no debiera legislarse en contra de sus criterios y políticas, porque el Minedu es el órgano especializado y rector de sector. La ley aprobada por insistencia por el Congreso el 4 de abril del 2024 disponiendo la incorporación automática a la Carrera Pública Magisterial de los profesores nombrados interinamente y que fueron retirados del servicio por aplicación de la Resolución de Secretaría General 2078-2014-Minedu, no lo ha respetado y tampoco es parte de un contexto de innovación en la educación peruana.

Dicho eso, no comparto la opinión de quienes sostienen que el sistema vigente es meritocrático, cuando utiliza una fórmula que todos los educadores entendidos incluyendo muchos de los exministros considerarían inaceptables para los escolares. Hace tiempo que ha debido confrontarse la forma de evaluar los méritos de los docentes para su nombramiento a la que se denomina “meritocrática”.

Hay dos asuntos a discutir al usar ese término. 1) En el Minedu creen (por inercia) que es la forma adecuada de evaluar maestros, sin preguntarse por la consistencia de ello con la pedagogía moderna. 2) Consultados algunos periodistas, columnistas y políticos opinantes que hablan de la importancia de que los profesores pasen por esa evaluación para ingresar a la carrera magisterial, no tienen idea en qué consiste esa evaluación meritocrática, y si se les aplicara a ellos en propia profesión, tendrían alguna opción de salir airosos los más creativos, innovadores, actualizados y disruptivos.

Es precisamente para que se entienda en qué consiste esa evaluación y por qué creo que debe ser replanteada, que escribo esta columna de opinión. Creo que el desempeño de los docentes nombrados y contratados durante la pandemia que se han desvivido por atender a sus alumnos es un buen ejemplo del mérito que no aparecerá nunca en una evaluación de desempeño con miras al nombramiento. aumento de remuneraciones o ascensos. Ésta se construye sobre la base de exámenes masivos poco relevantes y asuntos administrativos y memorísticos que están lejos de reflejar el esfuerzo docente, los vínculos afectivos con los alumnos y sus logros de aprendizaje.

No hay forma que un sistema centralizado de evaluación docente masiva (cientos de miles) e impersonal determine los méritos individuales de cada uno, en su respectivo contexto. Más sentido tiene la evaluación de quienes los conocen de cerca, su director, sus colegas, los padres de familia y los mismos alumnos. Y eso no aparece como consideración para definir sus méritos.

¿Qué calificación académica o profesional tiene el Minedu para evaluar docentes, por encima de las universidades que les otorgaron un título de profesores a nombre de la nación? ¿No es la misma nación? Si las universidades que gradúan profesores no sirven, ¿no deberían ser cerradas sus facultades de educación? Y si lo que se requiere es ver al docente en el aula para aquilatar su dimensión práctica, a) ¿Qué sentido tiene tomarle exámenes escritos de capacidad lectora, lógica, conocimientos de la especialidad, cuando es precisamente eso lo que hicieron para obtener el título pedagógico? b) ¿Cuántos años se necesita verlos en el aula para definir si son aptos o no para mantenerse en la profesión? ¿No debería estar acotado eso?

No es hora ya de entender que esas evaluaciones de exámenes de 4 horas simultáneos para cientos de miles de maestros que deben marcar una respuesta entre varias que el evaluador considera la única correcta, con enunciados memorísticos, descontextualizados, sin espacio para la respuesta “depende” (que muchas veces es la correcta), que trabaja sobre ficciones, son poco predictoras de lo que es un buen docente?; ¿Y que las denominadas “clases modelo” -como fotografía de momento-  desarrolladas en un contexto artificial de alumnos a los que el profesor no conoce y la observación de terceros que no lo han seguido en sus clases durante los años que ha sido contratado, son una muestra muy limitada y distorsionada del desempeño  cotidiano y los vínculos empáticos desarrollados por el maestro que impactan en sus alumnos habituales? ¿Ya se olvidó el Minedu de lo que plantea para la evaluación de los alumnos (de proceso, con fines de retroalimentación) a la hora de evaluar a los profesores?

Hay un absurdo intrínseco en el sistema de contrataciones sin nombramiento. Según la fórmula vigente, se permite que docentes considerados “no aptos” para el nombramiento (unos 200,000 contratados) enseñen en clase, pero para convertirse en “aptos” tienen que aprobar una evaluación ministerial para la que además hay cupos limitados. Mientras tanto, que sigan enseñando, pero considerándolos «no aptos». En otras palabras, si no aprueban se supone que “no son aptos” pero, aun así, se les contrata como profesores y están en clase con alumnos haciendo lo mismo que los “aptos”. Hay algo de estafa en esta idea de que se ponga a los estudiantes a cargo de maestros que el mismo estado dice que no son aptos. ¿Tiene sentido? Si no son aptos, ¿por qué están en el aula? Y si son aptos, ¿cuántos años tienen que esperar para ser nombrados? 3, 8, 15… Eso queda en el limbo.

Dicho sea de paso, pese a mi trayectoria docente, si yo fuera evaluado de la forma que se evalúa a los docentes no pasaría ni siquiera la primera etapa de pruebas de conocimientos. Se evalúa el saber pedagógico convencional anclado en el siglo XX y de contenido altamente rígido y memorístico en el que no cabe la respuesta “depende” que está en la base de las preguntas que se hacen para marcar una respuesta. No hay espacio para que el evaluado opine o replique sobre esas preguntas. Nada de eso calza con mi pensamiento pedagógico. ¿Acaso la idea es que los docentes libres y democráticos piensen igual que el evaluador ministerial de turno? Es un sistema altamente autoritario que no es propio de quienes tienen una convicción democrártica.

Cuando a mí me hacen preguntas que requieren conocer las normas legales o contenidos académicos busco las fuentes y consulto con colegas. Sin embargo, la prueba ministerial requiere que los conozca de memoria y no consulte con nadie durante el examen. Consultar fuentes o a terceros durante el examen está penado, cosa que se consideraría una barbaridad en cualquier organización o empresa en la que se pide a uno de los ejecutivos que traiga la solución a un problema. Es más, el Minedu pide a los colegios que organicen «comités» por ejemplo para temas de disciplina, supongo porque asume que en equipo serán más inteligentes que si es solo uno quien define, pero eso está penalizado en la evaluación docente.

Un profesor debe ser evaluado por su quehacer anual con los alumnos a su cargo. Eso lo conocen los alumnos, padres y directores de los colegios. Si un maestro contratado hace un buen trabajo un año, y la comunidad educativa quieren que se quede, hace un segundo año satisfactorio y otro tercer año igual, ¿no debería eso dar pie a que sea nombrado en ese colegio?

Algo anda mal en todo esto que tiene que ser revisado y yo sugiero que se haga urgentemente, de lo contrario seguiremos siendo muy inconsistentes entre lo que significa la meritocracia y el reconocimiento de los verdaderos méritos docentes.

Me llama la atención que ninguna facultad de educación haya hecho pública su voz demandando revisar esta forma de considerar la meritocracia docente, abdicando de valorar su propia tarea de graduar maestros competentes y los títulos que les otorgan.

Estoy seguro que si los propios funcionarios de vanguardia del Ministerio de Educación pudieran opinar a conciencia y de manera libre le encontrarían mucho sentido a lo que estoy diciendo y estarían tentados eventualmente a replantear la evaluación docente. Espero que la nueva gestión ministerial sea la excepción a todos sus antecesores, y que no se limite a reclamar primacía sobre el Congreso en cuanto a la rectoría del sector, sino que tome medidas correctivas que reflejen un mejor entendimiento del concepto de meritocracia docente.

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