El concepto de “opinión pública” o “la gente quiere saber” es usado frecuentemente en los medios de comunicación, como si fuera una opinión del colectivo de la sociedad. Eso no existe porque ante todo tema picante siempre hay un abanico de opiniones diversas en distintas personas de la comunidad. Los intermediarios con el público, sean periodistas, analistas o líderes de opinión, dan por sentado que lo que ellos piensan representa a la “opinión pública”, y no es más que eso, su propia opinión. No hay tal cosa como “la opinión pública” como una postura uniforme del público. Aún en casos que la mayoría de los entrevistados o encuestados pudieran tener una opinión coincidente, las minorías también son parte de la opinión pública, y a veces tienen más peso académico o especializado que lo que opina la mayoría.

Por otro lado, a los políticos les increpan que “Ud. dijo que….” lamentando alguna inconsistencia entre lo prometido y lo realizado. En los hechos se observa frecuentemente que se retractan o giran en sentido contrario a lo ofrecido.

La historia y en particular la peruana está llena de esos ejemplos de cómo los políticos predican populistamente lo que impacta en los electores, como un plan de medios o marketing más que como un programa político seriamente concebido para resolver los problemas del país. La razón es muy sencilla: no hay reformas sin dolor. No se puede cambiar lo que anda mal sin cambiar nada. Pero decir aquello que es impopular quita votos; entonces dicen lo que la gente quiere escuchar. Y como las promesas y discursos políticos no pagan impuestos ni rinden cuentas judiciales, cualquiera puede decir cualquier cosa sin ninguna intención de cumplirla.

Lo peor del asunto es que los electores lo saben, pero insisten en poner la cabeza para que se las corte el candidato por el que votaron, para luego quejarse porque se la cortaron. Así, el círculo vicioso del deterioro político continúa y los ideales de una vida democrática madura languidecen.

El Perú necesita dos cosas urgentes. Una alfabetización mediática para que los estudiantes escolares y universitarios sepan decodificar las imágenes, estadísticas y titulares noticiosos analizando la consistencia entre ellos y los contenidos reales que dicen representar. Junto con ello, un shock de honestidad de políticos que se arriesguen a poner los puntos sobre las íes, aunque les cueste los votos de unos, pero quizá les permita obtenerlos de los otros, con la esperanza de que algún nivel de inteligencia popular les permita llegar a gobernar, sea a nivel municipal, regional o nacional. Y si no lo logran al principio, al menos colocarán ante la comunidad ideas alternativas a las populistas que podrán madurar en el tiempo mientras la comunidad se va concientizando sobre el abanico de opciones posibles, de modo que voten de manera más informada y racional en lo que le quede de tiempo a la democracia peruana, que no es mucho.

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