En un mundo donde las expectativas de vida se extienden hacia los 100 o incluso 120 años, los primeros 20 años se revelan como la zapata fundamental sobre la cual se edifica todo el «edificio profesional» y personal de nuestras vidas. Este periodo no solo es crucial por ser el inicio, sino porque sienta las bases para un desarrollo sólido y duradero, que influirá en cada aspecto del futuro de una persona. Lo que aconsejaría a mis hijos si aún fueran adolescentes sería lo siguiente:

1). Presta atención a tu prestigio, desde la infancia, tanto el que queda registrado en los archivos digitales, como el que queda instalado en el boca a boca de tus conocidos que en relación a tí no sea del tipo “no te juntes con él” sino “es una gran persona”, que será la base de lo que se reflejará en las cartas de recomendación que necesitarás de tus profesores y conocidos.

2). Estudia y trabaja, a partir de la edad legalmente permitida. Una y otra actividad abren puertas distintas a la experiencia de vida y se complementan para ahondar en la disciplina, autonomía, responsabilidad y aprendizajes para la vida. El estrés de la vida laboral “in situ” mucho más dependiente de situaciones fuera de tu control, no se compara con el de la vida académica en el aula, que como estudiantes aprendes a controlar y predecir.

3) Antes de ingresar a la universidad, tómate un año al terminar el colegio para estudiar una carrera corta de 6 a 12 meses para adquirir las habilidades prácticas que el colegio y la universidad en los primeros años no te van a dar, eventualmente generarte una fuente de ingresos, o para cultivar hobbies, trabajar, viajar, conocer mundo, aclarar tus vocaciones.

4) Oriéntate a estudiar en el extranjero, pero como estudiante universitario de traslado, luego de al menos un año universitario en el Perú. Así te llevas una experiencia de la vida universitaria estando aún en el país y ambiente conocido, y cerca de tu familia y amigos habituales, que te dan un soporte emocional que tendrás que construir desde cero una vez que migres, especialmente en una juventud tan sensible a problemas de salud mental, depresión, angustia, miedo a la soledad, adicciones, trastornos de alimentación, suicidios, etc.

Claro que cada familia tiene a la vista distintos valores, circunstancias, prioridades, criterios de crianza, y seguramente considerarán que el camino de saltar del colegio a la universidad, y si es posible de inmediato al extranjero, y diferir el momento de trabajar al final del camino, es la ruta óptima para sus hijos, lo cual es respetable. Lo que deseo es compartir mi perspectiva para que se sume a todas las otras.

Para mí estos cuatro pilares no son simplemente consejos prácticos; son estrategias que, al estar integradas en los primeros 20 años de vida, preparan a los adolescentes para enfrentar un futuro cada vez más competitivo y globalizado. Si estos jóvenes tienen la fortuna de vivir hasta los 100 o 120 años, esa base sólida será la clave para un desarrollo continuo y exitoso en cada etapa de sus vidas.

La zapata que construyen en esos primeros años determinará no solo la estabilidad de su vida profesional, sino también la calidad y altura del «edificio» que podrán construir en el transcurso de su largo y prometedor futuro.

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