En un mundo saturado de información, la reiteración diaria de los mismos problemas y predecibles conflictos entre los mismos actores políticos de siempre ha llevado a muchos a desconectarnos de los medios y dejar de prestar atención a las noticias.

Cada día, los titulares peruanos se llenan con nuevos escándalos de corrupción que involucran a figuras políticas de todos los niveles y las promesas vacías de lucha contra este mal. La omnipresente inseguridad ciudadana produce una sensación de crisis permanente que produce desesperanza y apatía informativa. El tráfico caótico reitera la  misma crónica de accidentes, congestiones y deficiencias en el transporte. La inflación, el desempleo y otros desafíos económicos diariamente muestran un panorama desalentador y contribuyen a una sensación de que la economía está estancada sin soluciones efectivas. El narcotráfico, la trata de personas y otras actividades delictivas organizadas son temas recurrentes sin una luz al final del túnel. La falta de atención hospitalaria, medicamentos y escasez de personal tocan diariamente fibras dolorosas. Muchos actores políticos son impresentables y dependiendo de su pertenencia o no al gobierno defienden incondicionalmente o atacan a la presidenta y cada acción del gobierno.  Siguiendo un libreto predeterminado.

Este teatro político y social cansa a la audiencia, la aleja de los medios informativos y de la lucha por cambiar el orden de las cosas. Cultiva una sensación de resignación, sálvese quien pueda, mejor no me meto, con la expectativa que venga un salvador que por acto de magia haga que las promesas se conviertan en realidad. Eso lo han venido buscando constantemente en todas las elecciones presidenciales.

Quien sabe sea hora de dejar de repetir lo mismo y empezar a proponer soluciones verdaderamente innovadoras y disruptivas, cambiando la fórmula de atención del público

Los candidatos al 2026 no lograrán la simpatía popular con más discursos que reiteran promesas ya escuchadas e incumplidas. El público mayoritario tampoco va a leer noticias y columnas periodísticas para nutrir sus criterios de votación. Se va a identificar con una ilusión que emocione, con mensajes inteligentes y prácticos que pegan como aquél “chapa tu choro”, “papá, no fumes, no quiero que te mueras”, «ni una menos», “un peruano como tú”, etc. que sean fáciles de repetir y asociar con el candidato por su trayectoria reconocida y valorada. Serán las elecciones de la imaginación, de “la escoba”, “el sombrero”, “el lápiz”, “el mudo”, “el gringo”, “el ingeniero”, como si fuera un concurso de marketing y publicidad. Quien se muestre más ingenioso en asociar el slogan con el personaje, sea de derecha o izquierda, tendrá todas las ventajas para ganar la simpatía popular, más allá de los contenidos de las extensas propuestas escritas que usualmente nunca se releerán por parte de quien llegue a ser elegido.

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