El título evoca una poderosa imagen de rebelión y transformación, inspirada en el relato bíblico de Moisés rompiendo las Tablas de la Ley al ver a su pueblo adorando el becerro de oro (Éxodo 32:19). Sin embargo, trasciende lo religioso para convertirse en un símbolo de la necesidad de cuestionar normas establecidas, dogmas o sistemas que ya no sirven a la sociedad. En mi perspectiva, en democracia eso va de la mano con medios pacíficos.

Me refiero a figuras cívicas que confrontaron normas injustas u obsoletas para impulsar cambios: Rosa Parks y el boicot a los autobuses, Gandhi y la Marcha de la Sal, Luther King y las movilizaciones contra el racismo, Emmeline Pankhurst liderando a las sufragistas en Reino Unido para exigir el voto, Frederick Douglass contra la esclavitud. En ciencia, arte o tecnología, «rompedores» como Galileo y el heliocentrismo, Darwin y la evolución de las especies, Einstein y la relatividad. Y en el arte y la tecnología, figuras como Picasso, quien desafió los cánones estéticos con el cubismo, fracturando para siempre la representación tradicional de la realidad, o Steve Jobs, cuyo diseño innovador y visión audaz revolucionó la forma en que interactuamos con la tecnología, demostrando que incluso las industrias más establecidas pueden ser reinventadas.

En tiempos recientes, algunos pretenden asumir ese rol de «rompedores», aunque con métodos y consecuencias polarizantes: Donald Trump en EE.UU., con su discurso nacionalista, personalista y confrontativo; Javier Milei en Argentina, desafiando el establishment político e institucional con propuestas radicales; Elon Musk, revolucionando la industria automotriz y espacial mientras genera controversia con su manejo de redes sociales y posturas públicas políticas; o incluso en el arte, figuras como Banksy, cuyo arte callejero desafía constantemente las estructuras de poder y las normas sociales, a veces con mensajes incómodos pero necesarios.

El Perú necesita para el 2026 un rompedor de moldes y de organizaciones ciudadanas obsoletas, un líder que inspire un movimiento de liberación pro-ciudadano, que haga del Perú un país que genere orgullo y bienestar. Necesitamos a alguien que desafíe las estructuras caducas, que cuestione la corrupción sistémica, la desigualdad enquistada y la apatía política.

Un líder que elimine las colas en salud, reforme el sistema de pensiones con justicia para los pensionistas, que transforme la educación en un activo estratégico del siglo XXI, desconectándose del actual calco obsoleto del siglo pasado, y que use inteligencia estratégica para desarticular redes delictivas y acabar con extorsiones, mientras derrota la corrupción enquistada.

Alguien que, como aquellos referentes históricos, tenga la valentía de «romper las Tablas» de lo establecido para construir un futuro donde la justicia, la innovación y la dignidad humana sean pilares irrenunciables.

La tarea de los partidos políticos es colocar a la cabeza a alguien con esas características. La tarea de los votantes es darle su voto.

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