(El Consejo Nacional de Educación organizó el “XIII Encuentro Nacional de Regiones” los días 22/23 de noviembre del 2018 con la finalidad de comprometer a la ciudadanía en el diseño del Proyecto Educativo Nacional 2021-2036. En ese marco fui invitado a aportar mis puntos de vista lo cual hice planteando “9 Retos para forjar el modelo educativo peruano al 2036”. En días sucesivos desde hoy 24/11/2018 iré posteando uno por uno, para que los interesados puedan incorporarlos a su propia reflexión)
1). Partamos del escenario actual ético político.
Vivimos en un país atravesado por la corrupción e incompetencia burocrática. La pregunta que me hago es ¿cómo un país con un liderazgo frecuentemente corrupto, deshonesto, ineficiente, inseguro, puede convertirse en un país honesto, pacífico y eficiente, sabiendo que los hijos aprenden de los adultos por imitación e identificación?
Pienso que hay una sola forma: rebelarse contra ese mundo adulto. Dar la contra. Confrontar a los demás a partir de la incoherencia entre lo que dicen y hacen, confrontar las “mentiras blandas” o la tendencia a asumir que es lícito mentir en la política. Confrontar lo que los textos escolares dicen idealizando a nuestros personajes del pasado, que pierden su categoría de humanos cuando se les convierte en héroes impecables. Confrontar al propio colegio o universidad por no darle voz a los estudiantes y por sus quehaceres contradictorios que los afectan.
Pero eso supone una educación que valora el no conformismo, la protesta frente a lo injusto, la confrontación con lo establecido que anda mal, en aras de mejorar el mundo.
Esa educación que trae la realidad cotidiana al espacio escolar y universitario para reflexionar sobre ella y tomar posición sí formaría ciudadanos democráticos, pero esa no es cómoda para la administración nacional o de las instituciones, que prefieren la sumisión disciplinada de los alumnos y profesores a sus designios antes que una juventud capaz de confrontarlos y fijar posiciones de valor frente a las cosas que afectan sus vidas y las de la sociedad.
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2). Partamos del mercado laboral actual.
Hay miles de graduados buscando trabajo, y a la vez, cientos de empresas que se quejan que no encuentran los profesionales y técnicos que necesitan. Nuevamente, una educación que da la espalda a la realidad, que valora la capacidad de los estudiantes para responder preguntas de un examen repitiendo cosas que ya están en los libros, gracias a lo cual los estudiantes sacan un diploma, aunque olvidando que lo que demandan los empleadores es que sepan resolver problemas que nunca antes han visto; que sean capaces de pensar en rutas nuevas, originales y de actuar sobre lo sorpresivo y desconocido.
Por otro lado, habiendo cientos de postulantes para cada empleo, la pregunta que cae por su peso es, si todos saben lo mismo, ¿a quién escoge la empresa? Obviamente al más sumiso y barato. Salvo que se busque a alguien particularmente innovador y creativo para resolver problemas nuevos, que sea original en sus propuestas para generar eficiencias… a ese profesional lo contratarán aunque cueste más…
Pero eso significa que las personas no valen por su diploma sino por el valor que son capaces de agregar a su profesión. O sea que a contracorriente del modelo actual que propone formarlos a todos por igual, habría que reconocer y valorar las diferencias en vez de pretender que todos aprendan igual, de la misma forma, en el mismo tiempo, con el mismo procedimiento, los mismos casos, ejercicios, problemas, tareas y exámenes. Eso, lo único que garantiza es que unos se aburran y otros queden condenados al fracaso, porque no existen alumnos iguales ni tampoco alumnos “promedio”.
Pero eso significa personalizar la educación, cosa inexistente en la educación peruana, que se basa en el texto único, los exámenes nacionales uniformes para todos, el currículo único, un mismo sistema de rúbricas y puntajes para todos, pruebas estandarizadas… es decir, un régimen educativo totalitario y uniformizador, que niega el derecho de todos a ser diferentes y a tener éxito en la educación. Revertirlo requiere de una educación personalizada, pero esa no es cómoda para la administración y para un sector de docentes que no tienen esa convicción.
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3). Partamos ahora de la producción industrial de bienes.
Hoy en día los robots y la inteligencia artificial están desplazando el trabajo rutinario de las personas, cuyo valor agregado no está en su fuerza física o trabajo rutinario, sino en su capacidad de pensar, crear y diseñar. Las impresoras 3D ya pueden manufacturar casi cualquier cosa. Lo que vale no es la manufactura, es el diseño.
¿Pero dónde está el diseño en el currículo escolar y universitario? No existe, salvo en las carreras específicas de diseño y arquitectura. Habría que introducirlo a la par de las habilidades que dan solvencia digital, porque el diseño interactúa con ellas. Eso no está en el currículo, ni en la formación docente, que siguen creyendo equivocadamente que las matemáticas son la clave superior para conquistar la educación superior. Hay que replantear los currículos para que el diseño y la solvencia digital sean dos grandes pilares de la educación.
Pero eso no es cómodo para la administración y algunos organismos internacionales que siguen apostando por los paradigmas de evaluación del siglo pasado, con la vocación por medir lo que es más fácil de medir, aunque no sea lo más relevante, como en las pruebas estandarizadas de matemáticas (con formato rígido, estrecho y entrenable) y la mal entendida comprensión lectora (que no toma en cuenta en qué contexto de la vida real un lector expresa su comprensión lectora).
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4) Partamos ahora de los libros y textos escolares y universitarios.
Todo lo que aparece allí pertenece al pasado, que nunca se repetirá. Para que lo que se investiga y ocurre hoy se trate en las universidades o colegios, tendrán que pasar años hasta que esto sea documentado y llevado a los libros para luego ser usado por los estudiantes. Pero se supone que los estamos formando para lidiar con los problemas del presente y más aún del futuro, cuando egresen de sus estudios secundarios o superiores.
¿No tendría más sentido estudiar el futuro para que aprenden a imaginar escenarios por venir, en los que eventualmente ellos tendrían que actuar como ciudadanos? Es muy interesante estudiar la 1era y 2da Guerra Mundial, pero ellos no la vivirán. Más sentido tendría que puedan imaginar cómo sería una 3era Guerra Mundial, o qué pasaría si se produjese el deshielo del polo norte, o si mañana se inventara un sustituto barato para el gas y el petróleo, o si se genera una nueva epidemia como la del cólera con un virus que aún no se conoce, que podría matar 100 millones de personas. Pero eso no es cómodo para la administración y para aquellos docentes que por su seguridad están acostumbrados a enseñar lo que ya se sabe, huyendo de lo incierto y aún desconocido que demanda imaginar escenarios futuros posibles.
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5) Partamos ahora del culto a la información que uno busca y encuentra en Internet.
¿Cómo saben los profesores y alumnos cuál es la información científicamente válida al buscar en ese océano de información? Por ejemplo, salen noticias diciendo que consumir leche más allá de los 5 años es nocivo porque produce cáncer y alergias, y otras que dicen que es fabulosa, porque contiene nutrientes y vitaminas esenciales para la salud. ¿Tomo leche o no? Me dicen que la sacarina es un inocuo sustituto del azúcar y otros dicen que daña el hígado y produce cáncer. ¿Consumo sacarina o no?. Me dicen que las antenas de los teléfonos celulares emiten una radiación tóxica para la salud mientras otros sostienen lo contrario. ¿La autorizamos o no?. Se acabaron las versiones únicas e inequívocas para las cosas, propias de la escuela tradicional. Hoy hay que aprender a indagar y calificar el valor científico más reciente de una información.
¿Acaso se aprende eso en la escuela y universidad?. Debería, pero eso no es cómodo para la administración y aquellos docentes que prefieren el uso de libros y exámenes con versiones únicas de las respuestas, en vez de convivir con la ambigüedad y la necesidad de verificar constantemente la vigencia de ciertos conocimientos cuya validez es muy dinámica.
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7). Partamos ahora de nuestros fracasos sociales
El 20% de niños y adolescentes tienen serios problemas de vulnerabilidad en su salud mental; 50% son víctimas de alguna forma de violencia o disfunción familiar; 70% de los jóvenes presos proceden de hogares abandonados por el padre. En suma, los niños peruanos mayoritariamente proceden de hogares disfuncionales, de todos los NSE.
Todos ellos, al menos por un par de años de su vida infantil, están en los colegios. Pero, ¿qué hacen los colegios? Presionarlos con aprendizajes académicos prematuros que no están a su alcance, y declararlos fracasados desde 2do de primaria con los resultados de las pruebas censales. A eso le sigue una escalada de fracasos escolares posteriores, que termina destruyendo su autoestima, provocando una creciente repitencia y abandono escolar.
Esos niños quedarán a la merced de las presiones de supervivencia del mundo de la calle. Luego, a traficar, delinquir, violentar y terminar presos o muertos, con la excepción de aquella minoría que tiene un altísimo nivel de resiliencia.
¿Qué pasaría si la escuela reformulase la visión de su rol, hacia verse a sí misma como un espacio de acogida, protección, seguridad, cariño, empatía con los niños, que sirviera de contrapeso a sus hogares disfuncionales, como responsabilidad previa a la de acometer los objetivos académicos tradicionales? ¿Qué pasaría si el leit motiv de la escuela fuera TODO NIÑO TIENE EL DERECHO A SER FELIZ Y A TENER ÉXITO?
¿Qué pasaría si en vez de priorizar el presupuesto para costosa infraestructura, capacitaciones inocuas, currículo inoperante, gestión burocrática, se girara hacia la exigencia de una cultura escolar de acogida, con apoyo de equipos multidisciplinarios que tengan presencia en la escuela, para asegurar que los niños disfruten de su vida escolar, aumenten su resiliencia, y se conviertan en candidatos a tener éxito en la vida? Si no es la escuela ¿adónde?
Diseñar una escuela así es crucial, pero no es cómodo para la administración y aquellos políticos y economistas que consideran marginal el peso de lo emocional en la vida de los niños, como si ellos no quisieran para los hijos de otros lo que quieren para los suyos.
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8). Partamos ahora de la cultura académica, en la que toda innovación debe estar sustentada por experiencias previas o teorías ya vigentes.
Eso contradice el hecho visible de que la investigación siempre llega tarde. Los niños nacidos en el año 2007 con la generalización de los teléfonos celulares inteligentes recién tienen 11 años. No se sabe cómo será su adolescencia o adultez, ya que aún no ha sido documentado académicamente. Pero esos niños ya están en la escuela, y tenemos que hacer algo con ellos acordes con la cultura digital ya vigente hoy.
Estamos viendo algunas señales en los jóvenes de hoy, que han girado de los textos al uso de imágenes y videos, que han reducido su capacidad de atención y concentración, que ya no se motivan con los recursos de la didáctica tradicional. Ellos viven en dos mundos, tienen una doble identidad y doble ciudadanía (la real y la digital).
Para desenvolverse en ese mundo virtual paralelo, requieren cada vez mayores niveles de autoregulación, autoevaluación, autodisciplina, autonomía, todo lo cual se sostiene en una fuerte autoestima, porque ese es un mundo en el que todo gira en torno a lo que ellos deciden. Pero la escuela está formada para que sean otros los que decidan todo: reglamento, currículo, horario, recreos, vestimenta, textos, exámenes, tareas, respuestas para obtener buenas notas, permisos para ir baño… ¿Qué hay en la vida escolar en la que el alumno decide algo? ¿Qué entrenamiento han tenido para aprender a decidir, para que aquilaten alternativas y tomen decisiones que tengan un valor ético, para que se vayan formando como ciudadanos democráticos?
El reto del Perú es forjar este tipo de educación, que gire de los hechos a la sospecha y especulación. De acumular datos a transferirlos a la vida real. De las certezas a las hipótesis. Del pasado al futuro. De la verdad única a los dilemas. De ser proveedores de respuestas a ser formuladores de preguntas, que en vez de contestar cuál es la capital de Egipto sepan preguntar ¿por qué el mapa de África tiene tantos países con fronteras que parecen dibujadas con regla? Alumnos confrontadores, aunque no sea cómodo para la administración y aquellos docentes cuya rigidez e inseguridad los frena. Alumnos que se pregunten por qué las cosas son de un modo y no de otro, que puedan tomar posición respecto a las decisiones del fiscal Pérez, el juez Carhuancho, las actitudes de los ex presidentes Toledo, Humala, Fujimori, PPK y García, la lideresa Keiko o los argumentos de “con mis hijos no te metas”.
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9) En suma, hay dos conceptos que creo que deberían asumir quienes quieren educar para estos tiempos con miras al futuro: el escepticismo ilustrado y la intuición calificada.
Escepticismo ilustrado para cuestionarlo todo con pensamiento crítico, porque las grandes corporaciones nos manipulan cada vez más con su verdad secuestrando nuestra libertad de pensamiento.
Intuición calificada, porque no podemos esperar que la investigación nos diga si algo tiene o no sentido, porque mientras pasan los años que dura la investigación, se desperdician las oportunidades para actuar con los niños y jóvenes del presente, para los cuales el saber y la intuición de gente experimentada y calificada -de las que sobran en el Perú como se evidencia con muchos de los que están aquí presentes- juegan un rol crucial.
No hay otra alternativa aunque eso no sea cómodo para la administración y algunos organismos internacionales conservadores.
Si queremos una educación de clase mundial al 2036 tenemos que arriesgarnos a ser disruptivos, sin esperar que otros países lo hagan primero.
O nos quitamos la cobardía propia de quienes sufren el complejo de inferioridad, pensando que hay que esperar a que otros países inventen las cosas, o innovamos desde nosotros y desde ahora, construyendo el futuro promisorio que merecen nuestros niños.
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