Cuando se pregunta a los estudiantes por lo que saben de Miguel Grau, Francisco Bolognesi, Alfonso Ugarte, por mencionar los más acentuados en los libros de historia del siglo XIX, aquellos que recuerdan algo sobre ellos citan el episodio paradigmático en el que murieron, exhibiendo virtudes que los convirtieron en héroes. Pocos conocen de su infancia, juventud, estudios, vida familiar, política, ética económica, anécdotas sobre debilidades, fortalezas, fracasos y otras que permitan reflejar su ser de manera integrada. Hay un foco en el héroe casi como si fuera un personaje extra humano, aislable de su historia personal y contexto, del cual se han limpiado todas las imperfecciones para mostrar solamente un detalle destacable de sus vidas. Si bien eso sirve como paradigma, inspiración y fuente de identidad, tiene una debilidad. En cierta forma deshumaniza al héroe y lo convierte en un ser novelesco que está en una categoría de la que somos ajenos el común de los peruanos. Se vuelve inaccesible para los niños y adolescentes, que lo siente demasiado perfecto y por tanto inalcanzable e inimitable en la vida real para quienes son humanos imperfectos.

Entendiendo eso, la formación ciudadana de los estudiantes requiere también abordar la vida de las personas comunes que rodean a nuestros niños y jóvenes, para comprender a los ciudadanos en su dimensión humana. Después de todo, el común de las personas está definida por una mezcla de factores que aluden a su trayectoria de vida. Me pregunto si no tendría sentido tratar de entender a personajes cuyas trayectorias de vida, logros, fracasos, fortalezas, debilidades, anécdotas disruptivas y en ocasiones desenlaces críticos para bien o para mal están más cerca para ellos como los casos de Ricardo Gareca, Martín Vizcarra, Diego Maradona, Elmer Huerta, Donald Trump, Gringasho, Gian Marco Zignago, Pilar Mazzetti, Susan Baca, etc.

Vistos en sus trayectorias y dimensiones humanas más plenas les permitiría ver a la diversidad de personas y propósitos de vida a la par que se miran a sí mismos confrontándose con esos referentes. Podría estimular las preguntas existenciales y éticas que pueden darles más pistas para sus propias vidas que la de estudiar solamente figuras heroicas de las que se ha eliminado todo aquello que no concierne específicamente al episodio emblemático heroico. En ese sentido, los maestros tienen la oportunidad de jugar un rol central como orientadores de las reflexiones que conducen a entender que todas las personas tienen fortalezas, debilidades, tentaciones, frustraciones, pero es de la manera como organizan su mundo interno y sus conductas en función de ciertos valores que pueden producir daño o generar bienestar, tanto a sí mismos como a la comunidad. Solo así los niños y adolescentes pueden sentirlos cercanos, como espejo al cual mirarse a sí mismos.

En suma, la formación en valores, actitudes y compromisos sociales de nuestros estudiantes demanda incorporar la realidad presente a su investigación y conversación cotidiana, en lugar de concentrarse solo en eventos y personajes con valor histórico pero temporal y emocionalmente muy distantes de sus vidas.

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