El mundo digital de los ceros y unos, o preguntas que hacen los call centers automatizados, o de la votación SI/NO en un referéndum, o de respuestas únicas correctas para marcar en los exámenes, están dejando fuera de juego a los “depende”, a los tonos grises entre el blanco y negro. En el contexto de redes sociales que contribuyen a esa polarización, que acribillan a los discrepantes, nos estamos moviendo hacia peligrosos fanatismos autoritarios: o estás conmigo o contra mí; o estás con el gobierno o en contra de él. Eso deja muy poco espacio para el diálogo constructivo, el aprendizaje colectivo a partir de la diversidad de ideas, la construcción de valores compartidos que den sustentabilidad en el tiempo a nuestra sociedad. Nos condena a un movimiento pendular de gobiernos de derecha y de izquierda, así como en los siglos XIX y X se alternaban los gobiernos civiles y los militares, cancelándose los unos a los otros, para en esencia dejar sin resolver los grandes requerimientos para vivir bien en nuestro país.

A veces reflexionar en voz alta o por escrito, sin tener una postura previa consolidada, una sugerencia o una conclusión, puede parecer inútil. Pero quien sabe es algo que se necesita en estos tiempos de transición hacia no sabemos dónde, para revisar juntos qué nos está pasando como sociedad y cuáles son nuestras opciones para una convivencia que genere un mayor bienestar colectivo.

Cuatro situaciones de los últimos días me han llevado a estas reflexiones, referidas a los cuestionamientos que se hacen al gobierno de Pedro Castillo sobre la necesidad de contar con personas competentes y éticas en la cabeza de los ministerios e instituciones reguladoras, el cuestionable nombramiento de allegados del presidente como funcionarios y embajadores, la necesidad de defender el modelo económico anteriormente vigente y la expectativa de continuar las mismas evaluaciones meritocráticas para los maestros bajo el supuesto que son útiles.

Mi imagen ideal para el Perú es la de un régimen democrático, con funcionarios de carrera profesional y éticamente calificados para conformar los colectivos técnico-burocráticos que operan las instituciones estatales -incluyendo Indecopi y embajadas-, y un «modelo económico» que sea «socioeconómico», es decir que ponga el bienestar colectivo a la cabeza de sus propósitos. El gobierno actual no se acerca a eso.

Pero aquí es donde me pregunto ¿cuánto de lo que se critica del (des)gobierno de Pedro Castillo y sus nombramientos con escasos méritos cívicos no ha estado en la médula del quehacer político de los gobiernos anteriores? ¿En qué gobierno previo no hubo contratación de consultores y nombramiento de allegados incompetentes (y corruptos) para las diversas funciones públicas -incluyendo el propio rol presidencial-? ¿Acaso los gobiernos anteriores no se han ensuciado con transportes militares llenos de contrabando, páginas faltantes en contratos o adicionadas en anexos, negociados del dólar MUC, ineficientes y corruptas empresas públicas monopólicas, comisiones por compra de armas, privatizaciones y tarifas amañadas, construcciones con el sello de Lavajato? ¿En qué gobierno no ha habido largas colas en los hospitales para atender a los enfermos, careciendo de los medicamentos que requerían para su atención plena y gratuita? ¿Transporte público decente y rápido? ¿En qué gobierno los alumnos contaron con servicios higiénicos saludables, con agua y desagüe, y recibieron puntualmente los libros, cuadernos, laptops y maestros que necesitaban para su trabajo escolar? ¿Tiene sentido considerar como evaluación meritocrática de los saberes y habilidades de los docentes usar pruebas escritas masivas online para marcar respuestas en áreas como las usadas en exámenes de ingreso a las universidades que ya han evidenciado no ser predictoras del talento ni buen desempeño profesional? ¿Cómo se ha expresado hasta hoy el derecho a la vida de una persona que no puede acceder a alimentarse y recibir atención médica primaria cuando tiene una emergencia, más aún en la era del covid? ¿Por qué un país tan dotado de recursos naturales y tradiciones creativas tiene un desempeño nacional tan pobre y una población tan resentida?

A nuestros gobiernos del pasado les ha faltado la vocación democrática que implica en esencia una apuesta por la equidad y el bienestar colectivo, el diálogo político constructivo entre posturas diversas, el ejercicio de formas de convivencia no violentas ni maltratadoras a los ciudadanos por parte de las autoridades y funcionarios, y sobre todo, escaseó la calidad ética y empática como referente de la acción política. Les ha faltado la visión para convertir al Perú en un espacio de creación, innovación, emprendimiento, bienestar colectivo, autonomía cívica, inclusión; y estamos pagando las consecuencias. No nos gusta lo que estamos viendo en el manejo del país, que no es más que producto de un nuevo intento de la población de expresar electoralmente la desesperación y hartazgo frente a las incompetencias de sus gobernantes.

Como dije al principio, no pretendo dar soluciones, aunque soy un firme creyente que liderazgos inspiradores y una educación potente son puntos claves para el éxito nacional.

Tengo mucha confianza en la buena educación, pero no en aquella que nos heredaron nuestros predecesores y que muchos siguen considerando como el referente óptimo, ya que si se hace más de lo mismo, el resultado será más de lo mismo.

Lo que creo es que si no hay un ejercicio autocrítico serio y profundo tanto de los aspirantes a cargos elegibles electoralmente -que incluya el desprendimiento para evitar dispersiones en el liderazgo-, como de quienes depositarán sus votos para elegir al más idóneo, seguiremos dando tumbos, tendremos otra vez un gobierno incompetente aunque en el 2026 sea de derecha, y el Perú seguirá en la lista de los países crecientemente inseguros e inviables.

El mundo no va a frenar su desarrollo esperando a que el Perú se ponga en orden… lo dejará regado en el camino.

Como dije, sólo quería compartir por escrito una reflexión que me da vueltas en la cabeza. Quizá la suma de reflexiones inconclusas como estas hagan emerger liderazgos gremiales y políticos que tomen en serio el bienestar de los peruanos.

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