Correo 14 01 2023

De visita en Israel, observo un intenso debate sobre la evaluación del fin de secundaria que habilita a postular a la universidad denominada “bagrut”.

Es la evaluación que demuestra que el alumno aprobó todos los cursos de la secundaria indicando el promedio en cada uno. Éste se obtiene de promediar la nota interna que pone el colegio con la nota del examen externo que toma el Ministerio de Educación. Se requiere 56% para aprobar cada curso. (Paralelamente, existe el diploma de secundaria que acredita el fin de los 12 años de escolaridad, para quienes no aspiran a la educación superior universitaria).

Hasta hace un par de años, durante los sucesivos gobiernos de la derecha de Benyamín Netanyahu, los alumnos debían llevar 12 cursos de ciencias y humanidades, con intensidades de 1 a 5 puntos (según el número de unidades de cada curso) entre los electivos y los obligatorios. Éstos últimos eran Biblia (mínimo 2 puntos); Inglés (de 3 a 5 puntos); Matemáticas (de 3 a 5 puntos); Literatura / Pensamiento judío (2 puntos); Historia de Israel (2 puntos) Lengua y expresión hebrea (2 puntos); Ciudadanía (2 puntos). A ellos se sumaban los electivos que debían incluir uno de 5 puntos, entre un abanico de opciones, dependiendo de su interés vocacional, lo que es tomado en cuenta por las universidades al evaluar a los postulantes. (Por ejemplo, si quiere entrar a ingeniería, debe tener 5 puntos en Matemáticas y 5 puntos en Física o Química)

Al conformarse el gobierno de centro izquierda de Yair Lapid y Naftalí Bennett el 14 de junio del 2021, se hizo cargo de Educación la ministra Shasha Biton, quien lideró una importante reforma educativa. En cuanto a la aprobación de la Bagrut, se distanciaba del memorismo del puro conocimiento duro que se evaluaba con exámenes nacionales, para girar hacia la elaboración de trabajos interdisciplinarios que pongan en evidencia las competencias requeridas para la investigación y el aprendizaje colaborativo de estos tiempos. A la par, se reducía de 12 o 14 a 4 -5 exámenes en matemáticas, inglés, idioma y uno o dos cursos electivos.

Las otras materias como literatura, historia, Biblia y estudios cívicos, solo serían evaluadas y calificadas internamente por cada escuela, sin exámenes externos del ministerio de educación, utilizando los abordajes que consideren apropiados y no necesariamente los exámenes convencionales. La reforma también introducía trabajos académicos obligatorios, que exigirá de los estudiantes “las habilidades del mañana”, como hacer preguntas críticas, analizar información, hablar frente a una audiencia y otras capacidades de comunicación verbal. A diferencia de los exámenes internos, estos trabajos interdisciplinarios sí serían examinados y calificados por inspectores externos del Ministerio de Educación.

En cuanto a los directores, se apuesta por la autonomía y flexibilidad para responder a las necesidades específicas de sus estudiantes incluyendo cierta autonomía financiera con asignación de recursos que oscilan entre 80 y 300 mil dólares para el desarrollo institucional.

Ni bien hubo un cambio de gobierno en este mes de enero 2023 que encumbró a la derecha liderada por Binyamin Netanyahu, el nuevo ministro de educación Yoav Kish anunció la desactivación de la reforma y el retorno al modelo memorista y de la obligación de dar exámenes externos del ministerio de educación por cada curso. La crítica conservadora iba por el lado de señalar que cancelar los exámenes externos socava los estándares existentes, fomenta la displicencia y el debilitamiento de las humanidades, y además hace más complicada para las universidades evaluar a los postulantes. Consideran ilusa la idea de que cada estudiante sea capaz de escribir un trabajo de investigación apropiado. Las humanidades, la Biblia y la historia de Israel recibirán mayor importancia por su rol en la formación del carácter personal y nacional del estudiante, a través de los cuales obviamente se filtrará la ideología dominante en el ministerio, lo cual ha despertado mucho recelo de la oposición y las minorías no judías.

Resulta muy interesante para los peruanos observar también cómo en otros países se expresa la diferencia de visiones entre los más conservadores, apegados a la escuela tradicional, atada al conocimiento duro, unidireccional, individualista y a los exámenes (con materias que dan mucho peso a la identidad religiosa y nacional judía), frente a los progresistas, que postulan una adecuación a los tiempos que demanda de los estudiantes más autonomía, creatividad, pensamiento crítico, capacidad para la investigación colaborativa académica interdisciplinario y además poseer habilidades blandas especialmente en los social y comunicacional. Poco de esto se expresa en los exámenes convencionales ya que la fórmula progresista supone la necesidad de un sistema de evaluación multidimensional.

En cada país las fuerzas conservadoras apuntalan su propia agenda, que en el caso de Trump en EE.UU. se expresa en la tendencia a privatizar la educación (masificando las charter schools) y la censura a los textos escolares con contenidos que les son sensibles, como el paradigmático de las teorías de la evolución.

También en el Perú el dominio congresal de las militancias conservadoras de derecha e izquierda han traído en estos años retrocesos similares en temas enarbolados por “con mis hijos no te metas”, la educación sexual, el plan lector, los textos escolares especialmente al abordar el tema del terrorismo de los años 1980’s, entre otros.

Puede ser un interesante material para la reflexión

En FB: https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/pfbid02jEmi8zC4qKDhCePFnUssUSxhx3nsGsWzoRpReAb6S8AAQDQmWRSzKntTzkHoW3ETl

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