Ya es hora de confrontarlos: Mitos que sostienen y frenan la educación occidental

La educación occidental ha estado influida por varios mitos y estereotipos que pueden limitar su impacto en la sociedad. Uno de los principales mitos es la meritocracia, que supone que el éxito se basa en el mérito y el esfuerzo individual, ignorando la influencia de la riqueza, la raza, el género y la ubicación geográfica. Otro mito es el del individualismo, que valora el éxito personal por encima del trabajo en equipo y la cooperación, ignorando la importancia de la comunidad y las relaciones sociales.

La educación occidental también se presenta como objetiva y neutral, lo que ignora la influencia de los prejuicios y la perspectiva cultural en la educación, lo que lleva a una falta de diversidad y comprensión limitada de las experiencias de las personas de diferentes culturas y orígenes. Otro de los mitos es el del progreso, que se centra en el progreso material y científico y a menudo ignora las necesidades humanas básicas como la conexión social, la atención médica y la sostenibilidad ambiental. Por último está el mito de la superioridad occidental que supone que la educación occidental es superior a otras culturas y tradiciones, lo que puede llevar a la discriminación y el racismo hacia otras culturas.

Es importante cuestionar estos mitos para tener una educación más equilibrada y significativa. La educación no debe ser vista como neutral, sino como una herramienta que puede ser utilizada para perpetuar o desafiar las desigualdades existentes en la sociedad. Debe valorarse no solo por su utilidad económica, sino también por su contribución al desarrollo integral de las personas y su impacto en la sociedad en general. Por lo tanto es necesario reconocer que el conocimiento está influenciado por la perspectiva cultural y política de la sociedad en la que se desarrolla y trabajar para incluir una mayor diversidad y comprensión de las experiencias de las personas de diferentes culturas y orígenes.

Además de estos mitos, existen otros que sostienen la educación occidental, como el mito de que la educación es solo para adquirir conocimientos, ignorando la importancia de las habilidades y capacidades prácticas, o el mito de que el conocimiento es objetivo e imparcial, cuando en realidad está influenciado por los valores, las creencias y la cultura. No olvidemos también el mito del «self-made man», que supone que el éxito en la vida se debe únicamente al mérito y el trabajo duro individual, ignorando otros factores que pueden influir en el éxito de una persona, como la suerte o el acceso a recursos y oportunidades.

Es importante reconocer que la educación no es un concepto estático y que evoluciona con el tiempo. La educación occidental ha evolucionado desde su concepción original, pero todavía existen mitos y estereotipos que la limitan. Para superar estos mitos, es necesario un enfoque más inclusivo y diverso en la educación que tome en cuenta las diferentes experiencias y perspectivas culturales. Pero lo más crítico es que las autoridades y los educadores estén dispuestos a cuestionar los supuestos y prejuicios que se transmiten en el sistema educativo.

Estas son las razones por las cuales he sostenido reiteradas veces que ya es hora de dar por terminada la educación siglo XX y darle la bienvenida con los brazos abiertos a la del siglo XXI, que es la que pondrá en condiciones a sus egresados de lidiar con los retos de estos nuevos tiempos

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