Cada vez que publico una columna u opinión sobre un tema educativo en algunos de los medios o redes sociales que tienen espacios para el comentario del público, se repite el mismo patrón: 1) Principalmente comentan los que están en desacuerdo, que muchas veces se quedan enganchados en un detalle de lo que digo, que les molesta, más que del concepto o intención general de la columna. 2) Los comentarios suelen ser dicotómicos, a favor o en contra, estoy contigo o contra ti, pero -especialmente entre los que se oponen- rara vez son comentarios que agregan constructivamente a lo dicho algún faltante o señalan algún aspecto por verificar o mejorar sin que eso signifique descalificar. Es decir, un esfuerzo por sumar en vez de restar. 3) Con frecuencia los comentarios apelan a ofender o descalificar al autor, más que aludir al desacuerdo con sus ideas.

Me pregunto si esto no es un reflejo más de una seria dificultad entre los peruanos de dialogar con quien piensa diferente para rescatar las convergencias e intentar pulir las discrepancias, que es la esencia del diálogo democrático. Quizá más bien esté reflejando nuestro espíritu dicotómico, nuestros fanatismos, nuestra falta de cultura democrático, que luego se expresa en las esferas políticas, sociales, los medios de comunicación y se extreman en las redes sociales.

Creo que es una de esas dimensiones de la educación hacia la democracia que si se cultivaran desde la vida escolar producirían muchos mejores resultados que aquellos que hoy en día lamentamos, en esa parte de la población adulta con la que se hace imposible dialogar o razonar en términos democráticos.

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