La empatía es la capacidad que tiene una persona de percibir las emociones y los sentimientos de los demás, de ponerse en el lugar del otro. Es decir, reconocerlo como un par similar a nosotros aunque con emociones y pensamientos distintos. Para vivir en comunidad es fundamental que todos los integrantes hayan cultivado estas capacidades empáticas con el prójimo. Es la razón por la que se constituye en uno de los antídotos del bullying, racismo, discriminación o cualquier forma de agresión que surge de las discrepancias o diferencias entre las personas.

Obviamente ser empático con el otro no significa justificar sus ideas o conductas cuando devienen en delictivas u opresoras. En ese sentido cabría ser empático con una persona que tiene problemas mentales, adicciones, con contrincantes políticos o deportivos, etc. Pero qué difícil o imposible resulta ser empático con un psicópata, violador o genocida.

En el caso peruano, esta capacidad empática se pone a prueba a la hora de tratar de entender, para quienes no están de acuerdo con ellos, a los manifestantes en las marchas, paros, huelgas; a los resentidos sociales de toda índole de procedencias, etc. Pero la prueba ácida para la empatía que para muchos deviene en altamente frustrante o inviable es aquella en la que aparecen personajes como Pedro Castillo, Aníbal Torres, Betsy Chávez que con tanto descaro y odio gestaron la inviabilidad gubernamental en el Perú que llegó a su clímax con el torpe golpe de estado televisivo, y el posterior desembalse de todas las evidencias de corrupción y actos delictivos que lideraron y/o convalidaron convirtiendo al Perú en su botín político y económico.

El límite a la empatía lo pone el dolor que se siente ante las evidencias del daño que algunos le hacen a la comunidad, sin el menor atisbo de honor, dignidad y valentía para reconocerse como actores de una gesta depredadora al bienestar de la sociedad peruana.

El esfuerzo de los políticos peruanos que quisieran enrumbar al Perú al logro de sus grandes ideales nacionales está en encontrar la fórmula para que quienes fanáticamente aún se adhieren a la ilusión de mejora que electoralmente representó Pedro Castillo, se sientan acogidos y respetados en sus malestares, para ofrecen una vía constructiva y optimista de progreso sin tener que apelar a las malas artes de la política precedente.

En FB: https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/pfbid031PwmCDUfpCwMaYkm4gPP8ncG8ToTigi3rqHxP2JioUBje7xurUJ8tUvhJJAxPXYUl

En Twitter: https://twitter.com/LeonTrahtemberg/status/1639228578817605632

Artículos afines:

El poder traicionero (de presidentes, jefes de instituciones, «estrellas».)

Todos podemos dañar o ser dañados

Intellectual humility: the importance of knowing you might be wrong

Los políticos deberían aprender del futuro